miércoles, 9 de junio de 2010

Somos hijos del momento


Somos hijos del momento. ¿Por qué no disfrutar de lo que está aconteciendo, del día en sí?

El viento se agita fuera, está nublado, la radio suena con las mismas canciones de siempre, los planes del mañana rondan por tu cabeza, incluso los de dentro de unas horas. Pero, si se despoja al momento presente del recuerdo y del pensamiento del futuro, ¿qué queda? Si se le separa de la continuidad de lo que acaba de ocurrir, ¿qué pasa? ¿Qué es? Un enorme silencio. El infinito. La inmensidad. El Amor.

Sólo estás vivo/a en el momento presente. Vivimos una película mental, una ilusión de continuidad tipo Matrix. ¡Pero si ni siquiera somos!

Esta sensación que estoy teniendo al fijarme en el momento presente es la que tengo cuando buceo: no puedo pensar, sólo respirar y sentirme viva, gracias precisamente a la respiración. Y si esta sensación es tan agradable, tan inmensa y real, ¿por qué no trato de tenerla más veces?

Voy rápido por la vida, con miles de pensamientos obsesivos, neuróticos o eróticos también, y no me detengo ante la inmensidad de esta Voz del silencio tan potente.

Supongo que las plantas y los animales hacen esto de forma automática: respiran y son. Hijos del momento sin saberlo...

Cuando trabajo no es exactamente lo mismo. No estoy consciente, no estoy despierta, estoy como los animales y las plantas. ¿Realmente se podría estar consciente en el momento presente todo el tiempo?

Si realmente vives el momento presente, no estás esperando nada. Nada tiene que pasar, todo está aquí y todo es perfecto; simplemente, todo es. Lo veo todo a mi alrededor (objetos, muebles) como inamovible en el momento presente, como cuando se para el tiempo en Momo. Exactamente tengo esa sensación: se para el tiempo y deja paso a lo infinito.

1 comentario:

  1. Creo que esa misma sensación es la que debemos conseguir cuando trabajamos, y cuando eso sucede el trabajo fluye!

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