miércoles, 27 de mayo de 2009

Di que sí... o di que no!

Hasta hace muy poco, la moda ha sido decir NO. A raíz del famoso best-seller No diga sí cuando quiera decir no, los departamentos de Recursos Humanos han entrenado a los directivos y mandos intermedios a decir que no. En otras palabras, les han entrenado en la habilidad de ser asertivos. Quizá se debe también a que Daniel Goleman incluyó la asertividad como una de las competencias fundamentales de la Inteligencia Emocional. Lo cierto es que muchos de nosotros/as estamos entrenados a decir no de forma automática, sin dañar la estima del otro y sin perder nuestros derechos.

Y de pronto, surge algo tan divertido como la película Di que sí (bueno, surgió hace tiempo, yo la he visto en vídeo este fin de semana). En el tráiler se ve bastante de lo que sucede en la película, pero pienso que no han seleccionado las escenas que hacen pensar, sino las de pura diversión al estilo Jim Carrey. Lo cierto es que el problema del protagonista (Carl Allen) es que dice que no a todo. A todo: ni siquiera contesta a las llamadas de teléfono.

Carl Allen es perfectamente asertivo al principio de la película, y sin embargo su vida es bastante rutinaria y aburrida. ¿Por qué decir SÍ se ha denostado tanto? ¿Cómo es que decir NO no le ha reportado a este personaje la felicidad prometida por las habilidades sociales?

Sospecho que se debe a que no sabemos distinguir cuándo decir que sí, y cuando decir que no. Decir sí a la vida, a las experiencias, a lo positivo, a lo que nos abre, a las relaciones humanas. Decir no a la manipulación, a las llamadas inoportunas, a los emails que no nos aportan nada. Stephen Covey comenta que decimos no cuando arde un sí más grande en nuestro interior. Es decir, siempre que decimos no, decimos sí a otra cosa.

En cierto modo, pues, parece que sí y no se complementan como yin y yang. Decir uno es decir el otro, que está ahí como su opuesto o aquello que lo completa. Veamos un ejemplo:

Tu mejor amigo te llama para que recojas a eso de las siete a su tía-abuela
en el aeropuerto, ya que él no va a poder. Según lo estás oyendo, tu mente
empieza a crear excusas creíbles, y las va exponiendo:

- A esa hora me viene un poco mal, salgo a las seis de trabajar

- Sí, pero le dije que irías tú, yo también salgo a esa hora, iría yo si no
fuera porque la niña se me ha puesto mala.

- Sí, lo entiendo, lo que pasa es que hay un atasco en la Nacional a esas
horas que es imposible llegar.

- Bueno, pero tú trabajas más cerca del aeropuerto que yo, así que aunque
llegues un poco más tarde de las siete, tampoco pasaría nada.

- Ya, pero además mi mujer me dijo que tenía que comprar una serie de
cosas...

- ¿Qué cosas?

Y así podría seguir la conversación durante un buen rato, porque los dos tendrían argumentos manipulativos (y falsos) para no encargarse de ello. ¿Hay que decir sí o hay que decir no? Pues no hay, en realidad, ninguna obligación a dar una respusta. Di sí cuando sea verdad que no tienes nada que hacer y cuando sientes una intuición de que hacer esto por tu amigo es importante para la amistad con él. Di no cuando sea verdad que hay algo para ti más importante que hacer.

Esta importancia o esta elección es bueno que sea de corazón. Di que sí de corazón y di que no de corazón. De otra forma, siempre te estarás diciendo NO a ti mismo/a, y ése es el peor NO que puede decirse.

2 comentarios:

  1. Muy bueno el artículo!! Me ha encantado. Pero lo realmente difícil es tener que decir NO cuando te gustaría decir SI. ¿Qué hay que hacer en esos casos?

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  2. Gracias, me alegro mucho de que te guste!
    Te va a sonar muy raro, pero te voy a contestar con el Tao Te King:

    Entre el sí y el no, ¿qué diferencia hay?
    Lo «bueno» y lo «malo», ¿en qué se distinguen?
    ¿Debemos temer lo que otros temen?
    ¿Dónde están los límites?

    Lao Tse

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