lunes, 28 de diciembre de 2009

Cómo no ser el cordero el día de Navidad



Cada vez estoy más convencida de que cada uno vive en el mundo que se ha creado para sí mismo/a. Que el mundo que te rodea, por decirlo de otra forma, está en tu cerebro, en tu mente. En ningún caso está fuera de ti.


¿Cómo es posible? ¿A qué me refiero? Pues sólo mira cómo tu mente procesa la información que recibe: cuando le faltan datos, el cerebro generaliza para crear una información más simple, elimina lo que considera superfluo y distorsiona aquello que percibe, filtrándolo a través de las creencias y las expectativas.


Como dicen en Programación Neuro Lingüística, tenemos una tendencia innata a confundir el mapa con el territorio, nuestro mapa mental con la realidad que está fuera. Tendemos a creer que sabemos más del "mundo exterior" de lo que sabemos, y esto puede llevarnos a correr riesgos sin ni siquiera ser conscientes de ello.


De hecho, no sólo es que nuestra mente esté preparada para procesar la información de una determinada manera, es que, cualquiera que busque la confirmación de sus creencias, la encontrará, porque seleccionará de la realidad aquellos elementos que concuerdan con sus ideas. Así, personas de diferente orientación religiosa o política, ante los mismos hechos, observan realidades completamente opuestas.


Sabiendo que elegimos las creencias de formas a veces poco rigurosas, solemos tratarlas como propiedad personal que debe ser protegida y defendida, incluso con la vida. Podemos haber adquirido una creencia en el colegio, a la edad de siete años, y no volvemos a modificarla jamás. Cuando sentimos que esa creencia es atacada, reaccionamos como si estuviera amenazada nuestra existencia, cuando la única amenaza que se da es la de nuestro ego.


Otra de las tendencias de nuestra mente es a buscar explicación a cualquier acontecimiento. En especial, esto nos juega malas pasadas cuando hemos actuado por impulso, y luego sentimos que tenemos que justificar nuestras acciones. Es un derecho asertivo no tener que dar excusas. Sin embargo, la mayoría de la gente busca una razón "que suene bien" incluso para sí mismo/a. Esto explica por qué en un experimento en el que mujeres elegían de entre una muestra de panties, dieran todo tipo de razonamientos de su elección cuando, en realidad, todos los panties eran exactamente iguales.


Así, los seres humanos parecemos amar el autoengaño, porque no sólo se trata de responder ante los demás, se trata de creer que hemos actuado con lógica y raciocinio en todo momento. El problema, por tanto, no está en la realidad que observamos, sino en que tenemos una especie de ceguera genética que nos protege, haciéndonos creer que el mundo es mejor de lo que es, que tenemos más probabilidades de que nos toque la Lotería de las que en realidad tenemos estadísticamente, que "todo irá bien", o que "ya saldrá" lo que sea (el trabajo, el amor, el dinero).


Nassim Nicholas Taleb trata de estos temas en su libro The Black Swan (El cisne negro), en el que, entre otras muchas cosas, nos explica cómo no ser el pavo del día de Acción de Gracias, o como yo he puesto en el título, cómo no ser el cordero el día de Navidad.


En efecto, el cordero es alimentado día tras día durante digamos un mes. Para el cordero, la realidad es más que esperable: todos los días, a una hora concreta, le dan de comer, y bastante bien. Sus expectativas de futuro son halagüeñas, comerá cada día a la misma hora, felizmente. Todos, menos el día de Navidad, en que ocurre algo muy distinto. Curiosamente, la confianza del cordero de que va a ser alimentado aumenta cada día, aun cuando la matanza es cada día más cercana. Para evitar ser como el cordero, debemos conocer que la realidad no es tan predecible como creemos, que suceden acontecimientos altamente improbables pero que trastocan por completo nuestras vidas (y es a lo que Taleb llama "cisne negro").


Más información:






martes, 22 de diciembre de 2009

La dejadez del "estoy muy ocupad@"



Robert Kiyosaki, el famoso autor de Padre rico, padre pobre, habla en un punto sobre la forma más común de pereza, yo diría de dejadez: estar ocupado/a.

Con frecuencia, las personas ocupadas son con frecuencia las más perezosas. Todos conocemos casos en los que un hombre trabaja muchas horas para ganar dinero, para poder así mantener a su mujer y a sus hijos. Este hombre actúa así basado en una serie de creencias: "es necesario trabajar duro para ganarse el pan", " sólo los que trabajan así llegan lejos", "si no hago esto, entonces estaré con mi familia bajo un puente ". Pero ese hombre que se queda todos los días horas extra y que se trae trabajo a casa los fines de semana, resulta que un día regresa a un hogar vacío. Su mujer se ha marchado con sus hijos. Sí, reconoce en medio del dolor que tenían problemas de "comunicación" (¿Acaso había comunicación? se dice ella).

La pereza o dejadez de este tipo de persona está en ese saber que tenía problemas de relación, y en ese huir metiendo la cabeza dentro del "estoy muy ocupado". Lo cierto es que las personas se mantienen ocupadas para evitar hacer frente a algo que no quieren ver. No es algo que les tengan que decir; ellos/as lo saben en lo más profundo. De hecho, si le dices esto a cualquiera de estas personas excesivamente ocupadas (que suelen ser hombres), responderán con ira. Esa verdad duele.

No me vale excusas como: "en la era cavernícola era lo que hacíamos, cazar y traer animales, traer el sustento". ¿Cómo se pueden seguir apoyando algunos en esto? Es pura dejadez, es no tomar las riendas de tu vida, es no dar valor a lo que es importante en ella, hasta que lo pierdes, hasta que se te va de las manos, es confundir lo urgente con lo importante.

Abrir los ojos y estar alerta es algo que pocas personas hacen, porque en ocasiones duele. Crear excusas, razones, o aferrarse a creencias tales como: "El mundo es hostil", "Todo el mundo lo hace", "La vida es así de dura", es no querer percibir la realidad tal cual es (si es que es posible. Pero al menos, podríamos acercarnos un poco a ella).

El tipo de dejadez de estar muy ocupado/a es el más común hoy en día. Pero esto no es tan moderno. Es el tipo de dejadez de dedicarse a ahorrar tiempo para disfrutarlo ¿cuándo? que describió Michael Ende en Momo. Es la dejadez de quedarse en la mediocridad, agarrándose a lo estable, lo cómodo, lo que parece seguro, hasta que un día “te roban el queso”. Y es que pocos hay que estén atentos a su queso, a si éste se va consumiendo y ya es hora de cambiar de ubicación. Pocos dejan los ojos abiertos, porque es mucho más cómodo cerrarlos y dejarse mecer por la cotidianeidad.

Kiyosaki opina que si abres los ojos, descubres que estabas sintiendo culpabilidad por tu avaricia. Es decir, te has dejado adormecer porque no soportas saber que te gustaría llegar más lejos, pero lejos de verdad, donde tu vida sea la que tú deseabas, no la que “te ha tocado” (otra falacia). Es posible que esto sea así.

En cualquier caso, ya que lo sabes, ¿qué te impide despertar, Neo?

Más información:
http://www.richdad.com/

jueves, 3 de diciembre de 2009

En defensa de los derechos fundamentales en Internet


miércoles, diciembre 02, 2009

En defensa de los derechos fundamentales en internet

Ante la inclusión en el Anteproyecto de Ley de Economía sostenible de modificaciones legislativas que afectan al libre ejercicio de las libertades de expresión, información y el derecho de acceso a la cultura a través de Internet, los periodistas, bloggers, usuarios, profesionales y creadores de internet manifestamos nuestra firme oposición al proyecto, y declaramos que...

1.- Los derechos de autor no pueden situarse por encima de los derechos fundamentales de los ciudadanos, como el derecho a la privacidad, a la seguridad, a la presunción de inocencia, a la tutela judicial efectiva y a la libertad de expresión.

2.- La suspensión de derechos fundamentales es y debe seguir siendo competencia exclusiva del poder judicial. Ni un cierre sin sentencia. Este anteproyecto, en contra de lo establecido en el artículo 20.5 de la Constitución, pone en manos de un órgano no judicial -un organismo dependiente del ministerio de Cultura-, la potestad de impedir a los ciudadanos españoles el acceso a cualquier página web.

3.- La nueva legislación creará inseguridad jurídica en todo el sector tecnológico español, perjudicando uno de los pocos campos de desarrollo y futuro de nuestra economía, entorpeciendo la creación de empresas, introduciendo trabas a la libre competencia y ralentizando su proyección internacional.

4.- La nueva legislación propuesta amenaza a los nuevos creadores y entorpece la creación cultural. Con Internet y los sucesivos avances tecnológicos se ha democratizado extraordinariamente la creación y emisión de contenidos de todo tipo, que ya no provienen prevalentemente de las industrias culturales tradicionales, sino de multitud de fuentes diferentes.

5.- Los autores, como todos los trabajadores, tienen derecho a vivir de su trabajo con nuevas ideas creativas, modelos de negocio y actividades asociadas a sus creaciones. Intentar sostener con cambios legislativos a una industria obsoleta que no sabe adaptarse a este nuevo entorno no es ni justo ni realista. Si su modelo de negocio se basaba en el control de las copias de las obras y en Internet no es posible sin vulnerar derechos fundamentales, deberían buscar otro modelo.

6.- Consideramos que las industrias culturales necesitan para sobrevivir alternativas modernas, eficaces, creíbles y asequibles y que se adecuen a los nuevos usos sociales, en lugar de limitaciones tan desproporcionadas como ineficaces para el fin que dicen perseguir.

7.- Internet debe funcionar de forma libre y sin interferencias políticas auspiciadas por sectores que pretenden perpetuar obsoletos modelos de negocio e imposibilitar que el saber humano siga siendo libre.

8.- Exigimos que el Gobierno garantice por ley la neutralidad de la Red en España, ante cualquier presión que pueda producirse, como marco para el desarrollo de una economía sostenible y realista de cara al futuro.

9.- Proponemos una verdadera reforma del derecho de propiedad intelectual orientada a su fin: devolver a la sociedad el conocimiento, promover el dominio público y limitar los abusos de las entidades gestoras.

10.- En democracia las leyes y sus modificaciones deben aprobarse tras el oportuno debate público y habiendo consultado previamente a todas las partes implicadas. No es de recibo que se realicen cambios legislativos que afectan a derechos fundamentales en una ley no orgánica y que versa sobre otra materia.

Un manifiesto elaborado entre unos cuantos con intención de que sea de todos.

P21 De Ministerio de Cultura a vigilante de la propiedad
P21 Carta europea de derechos de los ciudadanos en la era digital

domingo, 22 de noviembre de 2009

El sonido más dulce que puedes escuchar...




El protagonista de la novela de ciencia ficción Estrella doble, de Robert A. Heinlein, es un actor a quien convencen para suplantar al político más famoso del imperio, Bonforte, al cual se parece un tanto. Lorenzo Smith, el actor, se entrena en aprender a imitar los gestos y la voz del político gracias a registros que se tienen de él. Entre otras cosas, el actor tendrá que aprender de memoria los Ficheros Farley del político. Pero, ¿qué son los Ficheros Farley?

Jim Farley (una persona real, James A. Farley) perdió a su padre cuando tenía diez años, por lo que se vio obligado a ponerse a trabajar, sin tener la oportunidad de educarse. Sin embargo, Farley tenía una capacidad asombrosa de recordar nombres propios. Jim pasó de una infancia dura a la presidencia del comité nacional del partido demócrata en EE. UU., a la dirección general de Correos, y a llevar a Franklin D. Roosevelt a la Casablanca. Dale Carnegie cuenta que Farley era capaz de recordar el nombre de pila de cincuenta mil personas, de modo que, al encontrarlas, era capaz de llamarlas por su nombre.



Para cada uno de nosotros/as, nuestro propio nombre es el más importante de la tierra. Para influir en una persona, debemos al menos recordar su nombre, como signo de que nos interesa.



Una vez que llamamos a otro por su nombre, si queremos mostrarle interés, sigamos dándole sonidos dulces: los que hablan de él o ella, no de nosotros/as. La mayoría de nosotros intentamos interesar a otra persona contándole lo asombrosa que ha sido nuestra vida. Sin embargo, pensémoslo dos veces: lo más aburrido para una persona es que otra le cuente su vida. ¿Haces tú lo mismo?



Es posible que se piense que esto lo debe hacer el otro/a: «que hable el otro de lo que me interesa a mí, por la misma regla de tres. ¿Por qué tengo que ser yo quien muestre interés por lo que le gusta al otro?» Depende de cómo quieras que sea el mundo.



Mostremos a la otra persona que reconocemos su importancia, que nos damos cuenta de su valor. Cuando insistimos una y otra vez en la brillantez de nuestros argumentos, lo cierto es que ponemos en evidencia nuestra necesidad de autoafirmación, de seguridad. Creemos estar en posesión de la verdad, y por ello queremos cambiar la mente de nuestro interlocutor. Pero pongámonos por un momento al otro lado de la discusión: si nuestro interlocutor nos intenta convencer de algo en lo que no estamos de acuerdo, y se inicia una discusión, ¿terminará en que le damos la razón y nos sentimos felices porque nos ha abierto un nuevo camino? ¿O insistiremos más tercamente en nuestras propias ideas, poniéndonos a la defensiva o atacando?
«La gente odia a quien le hace sentir su propia inferioridad.»

Lord Chesterfield



Además, echemos la vista atrás: nos daremos cuenta de que nuestras opiniones han cambiado tantas veces que podríamos incluso mantener discusiones con nuestro yo del pasado.



¿Cómo mantener entonces una conversación desde la empatía? Hemos comenzado por el nombre, por el sonido más dulce para la persona con la que hablamos, y lo hemos hecho porque queremos reconocer su importancia. Además de esto, podemos:



Comenzar de forma amistosa

En el inicio de la conversación está el gancho que hará que el diálogo fluya con buen fin, o que hará que las posiciones antagónicas se refuercen. Por ello, comenzar la conversación con una sonrisa, acogiendo a nuestro interlocutor, mostrando simpatía, apreciación, es el primer paso para unas relaciones fructíferas.

Conseguir que el otro diga «sí»

Lo contrario sería comenzar la conversación buscando los puntos en que ambos pensamos de forma diferente. Si buscamos las partes de acuerdo, nuestro interlocutor asentirá y hará afirmaciones. Esto le hará sentir mejor con respecto a la conversación que si le planteamos asuntos que le harán decir que no.

Además, si una persona empieza a decir «no», lo más probable es que adopte una postura global de rechazo: sus brazos cruzados, el ceño fruncido, no mantener la mirada, apretar los labios... El cambio corporal de rechazo equivale a una respuesta a la amenaza, a una activación del sistema simpático y a una predisposición a la defensa, o a la huida. En esta actitud, conseguir que una persona ceda en algo va a ser mucho más difícil.

Dejar que el interlocutor sea quien hable más

Casi todos nosotros, cuando queremos convencer a alguien de nuestros argumentos, hablamos demasiado. Pero ya hemos visto que para cada uno, su propio discurso es el más interesante. Si mantenemos un monólogo sobresaliente, está claro que no se está dando una conversación en que dos personas intercambian ideas.

Dejar que el otro piense que es suya la idea

Para obtener cooperación, no hay nada como hacer sentir a nuestro interlocutor que ha tenido una idea genial, y suya, incluso si para llegar a ella le hemos dado nosotros/as todos los argumentos creativos. La forma más hábil de llegar a acuerdos importantes en la conversación no es forzar al otro/a a aceptar nuestras opiniones, sino hacerle preguntas abiertas que le permitan llegar por sí mismo/a a sus propias conclusiones.

Mostrar simpatía por las ideas del otro

Un dato demoledor: las ideas de la otra persona serían las nuestras si fuésemos esa persona. Esto, que parece una tautología, nos invita a ser conscientes de que los seres humanos no somos tan diferentes entre nosotros, por lo que es posible que pensáramos como nuestro interlocutor si estuviéramos en su lugar.

Mostrarle esta comprensión, dar a nuestro interlocutor el crédito de que, por absurdo que nos parezca lo que diga o haga podríamos ser nosotros quienes lo hiciéramos, es ganarse su confianza. Esta comprensión puede requerir que retengamos nuestra respuesta a sus argumentos hasta dejar de sentir la necesidad de mostrarle una emoción negativa.

Apelar a los motivos más nobles

Uno de los principios de la Programación Neuro-Lingüística es considerar que hay una intención positiva detrás de cada acto, por despreciable que nos parezca el acto en sí. Todos tenemos unos motivos reales para actuar, que son los que son, y sin embargo nos gusta pensar en que nuestros motivos son otros: más elevados, ideales, altruistas.

En la conversación con el otro, reconozcamos sus motivos nobles, no sus motivos más básicos. En lugar de poner en evidencia a una persona, juzgándola, apreciemos la intención positiva que se esconde detrás de su actuación, y mostremos apoyo a esta versión mejorada de sí mismo/a.


http://belencasado.wordpress.com/formacion/

miércoles, 4 de noviembre de 2009

¿Comprendes realmente a los demás?


La empatía es ese adecuado equilibrio en el grado de identificación con los demás. En un extremo se encuentran la antipatía y la apatía, caracterizadas por que la otra persona no nos hace sentir ningún tipo de compasión, ni tenemos deseo de comprenderla. En el otro extremo está la sobre-empatía, que es cuando nos hemos identificado tanto con el otro que podemos llegar a sufrir más que él. Lo cierto es que sobre-empatizar incluye cierta empatía, pero no permite ayudar a los demás. Hay personas que llegan a empatizar tanto con las emociones de alguien que ha perdido a un ser querido que en el entierro manifiestan mucho más dolor, lágrimas y malestar. A los allegados del difunto es claro que esto no les sirve como apoyo y sostén.


Por naturaleza, poseemos un sistema automático de neuronas que hacen de espejo de lo que observan. Este sistema, descubierto por Giacomo Rizzolatti, se dispara cuando se observa una acción y se adivina el por qué, la intención de la acción. Cuando lo que ocurre después es inesperado, surge la sorpresa, como en un truco de magia.


El hecho de que poseamos neuronas espejo no significa que seamos capaces de mostrar empatía a otras personas. Puede muy bien ocurrir que el sistema esté diseñado para poder protegernos de intenciones negativas de otros, como un ataque. Y de cualquier forma, el hecho de que nuestras neuronas modelen lo que perciben puede llevarnos precisamente a sobre-empatizar, y a alejarnos de la persona que sufre para no sufrir nosotros/as también.


Es el caso de las personas con enfermedades. Es un sentimiento bastante humano huir de la enfermedad. Identificamos el sufrimiento y automáticamente escapamos de él. No se trata tanto de evitar un contagio de bacterias o virus como de evitar un contagio emocional.


Otro tipo de personas a las que huimos son personas muy negativas, o que siempre están de mal humor. El estado emocional se pega, y no nos sirve de ningún aliento ser capaces de empatizar con el negativismo. En cambio, nos encanta estar rodeados de personas positivas, alegres, optimistas, que se ríen mucho, con sentido del humor.


En el título te preguntaba: ¿comprendes realmente a los demás? Puede que adivines sus intenciones, que te contagies de su estado emocional, pero, ¿has escuchado, de corazón, lo que te dice el otro?


Lo cierto es que para llegar realmente a lo más profundo de lo que una persona quiere expresar, se necesita un interés sincero, de corazón. Sin este interés, las respuestas que damos suelen ser autobiográficas: «Sí, a mí me ha pasado. Te cuento» Pero cuando la situación es la contraria y otra persona te responde así, te quedas un poco frustrado, con la sensación de que pretende contarte tu propio viaje a Granada.


¿Comprendes realmente a los demás?

jueves, 29 de octubre de 2009


Iba esta mañana en el Metro, cuando a mi lado se ha sentado alguien que de inmediato ha abierto un libro, con mucho interés. Yo suelo asomar la cabeza para ver qué está leyendo mi compañero o compañera de viaje, y suelo desinteresarme cuando leo algo como: "Hola -dijo Mike."

Esta vez leí el título del capítulo, bien grande: "La cuenta está equivocada, pero cuadra". De inmediato he sabido que conocía este texto, pero no caía. El estilo de los nombres de capítulo de todo el libro es similar a éste, pero, ¿cuál es?

He vuelto a echar una ojeada. ¿Por qué iba a molestarle a este individuo que yo viera algo más de su libro? Nunca he entendido por qué alguien aparta su lectura cuando el que está sentado a su lado le echa un vistazo. ¡Ni que se la fuera a robar!

El caso es que he captado otras palabras más abajo del título:
Porque el tiempo es vida. Y la vida reside en el corazón

Aquí ya no había duda alguna para mí: el libro era Momo, o la extraña historia de los ladrones del tiempo y de la niña que devolvió el tiempo a los hombres.

Nada más llegar a esta conclusión, el pasajero ha pasado la página y ahí estaban, algunos hombres grises fumando sus cigarrillos grises. Es el capítulo en el que uno de los hombres grises visita al barbero Fusi, y empieza a escribir en el espejo las cifras de los millones de segundos que Fusi no ha sabido utilizar, los que le quedan por vivir, los que puede ahorrar, etc. Los hombres grises mencionan varias veces una caja de ahorros de tiempo, que guarda similitud con una especie de banco que sólo acepta depósitos a plazo indefinido. Y eso que el tiempo vale más que el oro.

He recordado todo esto cuando hoy he visto la imagen del anochecer que, igual que la del amanecer que ilustra esta entrada, dura tan sólo unos minutos. Tu tiempo es tu vida. Cuando dices que no tienes tiempo, dices que no tienes vida. Tu vida reside en tu corazón. Cuando la ahogas sin tiempo, ahogas a tu corazón: los Hombres Grises te han visitado.

http://sites.google.com/site/estarmejorquebien/Home/formacion

miércoles, 21 de octubre de 2009

De nuevo Punset, esta vez para agradecerle


En el último programa de Redes, Punset llevó a una Neuróloga, Sonia Lupien, que explicó qué es el estrés. Me alegro mucho de que invitase a una experta que por fin explicase lo que es el estrés, ya que me temo que la mayoría de las personas lo confunden con ansiedad.

Como la Neuróloga comentó, en una situación que provoca estrés, aparecen los siguientes elementos:




(Foto de Laura Casado)

  1. La situación es novedosa
  2. Tiene un carácter impredecible

  3. Tenemos poco o ningún control sobre ella

  4. Supone una amenaza a nuestra persona... o a nuestro ego.
No es la multitarea la que provoca estrés, sino que hacer varias cosas al mismo tiempo es un rasgo poderoso en el ser humano y que le ha ayudado a la supervivencia y la evolución. La multitarea, quizá, provoca nerviosismo.



¿Por qué se habla tanto de estrés?

Son ya muchos los años en que se habla del estrés, pero se hace poco por evitarlo, en parte por este desconocimiento, en parte porque queda muy bien tener estrés pero queda muy mal adoptar conductas que lo eviten. Decir que estás estresado es ponerte en el mismo barco en el que están el resto de personas de tu trabajo, tus amigos, tu familia. Decir que no te gustan las situaciones novedosas, impredecibles, y que no puedes controlar es como asumir que eres un ser débil y abyecto, temeroso, que se niega al progreso y los cambios de este mundo. Y tú sólo habías dicho que no te gusta el estrés...



¿Se puede eliminar el estrés totalmente de nuestras vidas?

Tal como afirmó Sonia Lupien en el programa, una persona sin estrés está muerta. Es necesario un cierto nivel de estrés, ya que de otra forma, seríamos una especie de planta o de roca que no se deja penetrar por la novedad. Resolver situaciones estresantes nos hace poner en funcionamiento los resortes de la creatividad, de la estrategia, de la persistencia y la resolución de problemas.

El estado ideal de nuestro cerebro es el flow o estado de flujo. En él, existe un equilibrio entre las habilidades que requerimos para hacer frente a una situación y las que tenemos. Una situación estresante se caracteriza por la falta de habilidades para resolverla positivamente.

Por ejemplo, si no sabemos realizar un trabajo, los primeros días estaremos estresados ante la novedad, impredecibilidad, falta de control y amenaza al ego que supone ese nuevo trabajo. En el lado opuesto, se encuentra aquello a lo que estamos tan habituados que aburre mortalmente, que es pura rutina, que tenemos automatizado: nuestras habilidades exceden las requeridas por la actividad. Esto puede llevar a un estado de ansiedad por no saber cómo ocupar el resto del tiempo una vez realizada la tarea.


Entonces, ¿qué es lo que mata?

Ya no mata el mamut lanudo que nos persigue, como apuntó la Neuróloga, mata la suma de exposiciones a peligros secundarios. Cada estresor no mata en sí mismo, pero se añade a la larga lista de estresores que nos mantienen en alerta. El cerebro percibe una situación de amenaza, y mantiene activadas las alarmas mientras esa amenaza no desaparezca. Lo que ocurre es que no nos da tiempo a resolver una situación estresante cuando aparece otra, y otra y otra. Hasta que llegamos al síndrome del quemado o burn out.


¿Qué hacemos?


Dejar de exponerse a situaciones estresantes NO es la solución, puesto que nuestro umbral de tolerancia a la frustración irá bajando, hasta un punto en que nos sea muy difícil encarar la situación más nimia.

Pero sí que ayuda reservarse un tiempo cada día para dejar que la mente se vea libre de toda esa maraña de exigencias sin resolver. Existen muchas posibilidades:

  • sentarse a respirar profundamente durante varios minutos

  • visualizar cómo resolveríamos la situación que nos preocupa

  • charlar con otra persona sobre aquello que nos tiene estresados

  • tomarse unos días en los que no nos van a asaltar los estresores

  • compensar con actividades que nos ponen automáticamente en estado de flujo (pasear, ver una película, hacer el amor, leer, etc.)
Y si nada de esto ayuda, siempre queda decirle al otro (tu jefe, tu cónyuge, tu familiar): "Me estás estresaaaaandoooo..."

Para más información: http://www.smartplanet.es/redesblog/

jueves, 15 de octubre de 2009

¿Por dónde se nos va la energía?


Hace tiempo que me pregunto cómo es posible que los animales domésticos tengan tanta energía, reacciones rápidas, flexibles, un dominio claro de su cuerpo orientado a alcanzar lo que necesitan.

Y me lo pregunto porque no podemos achacarlo a su entrenamiento diario (suelen pasarse el día durmiendo), ni podemos achacarlo a su comida (ese pienso con olor sospechoso deja mucho que desear).



En cambio, para ver a una persona actuar con las mismas reacciones precisas y enérgicas tenemos que asistir a una exhibición de artes marciales, o de algún deporte a nivel profesional.

¿Por qué? ¿No te preguntas por qué? ¿No te gustaría tener la energía de los animales, durmiendo casi todo el día y comiendo lo necesario para estar correctamente alimentado?

Bueno, por aquí van apareciendo pistas... Por ejemplo: estar todo el día durmiendo. Alguno habrá que se apunte ahora mismo a este nuevo estilo de vida que propongo. Aunque pienso que cuando hubiera recuperado el sueño atrasado, no tendría ganas de dormir mientras luce el sol, mientras hay vida y movimiento en las calles, mientras algo sucede. Además, la reacción de un perro o un gato ante un estado de alarma es inmediata, y en la medida justa, pero al minuto siguiente, cuando ven que no era nada, están profundamente dormidos.

Quizá no sería dormir el secreto. Pero sí que tiene que ver con el descanso. El descanso de la actividad mental. Se me ha ocurrido una cosa, a ver si no es un absurdo: convoco a todos aquellos biólogos y biólogas, etólogos y etólogas, neurólogos y neurólogas, y demás sabios sobre el cerebro humano y en su caso animal, a decirme qué opinan.

Creo que el secreto del despliegue de energía que muestran los animales se debe a que no piensan demasiado.

Piénsalo (je, je).

Nuestras mascotas se quedan dormidas en cuanto no hay una actividad interesante o amenazadora ahí fuera, y se duermen porque no se ponen a pensar ni a preocuparse ni a imaginarse cómo sería si... Y es cierto que en esto se pierden cosas interesantes.

Pero lo nuestro es demasiado: nuestro cerebro consume una gran cantidad de energía en todos los procesos mentales, y además está demostrado que consume mucho más cuando se enfrenta a tomas de decisiones y sostiene dos pensamientos contradictorios al tiempo (hasta llegar a enfermar). Y consume mucho más cuando tiene que fingir u ocultar emociones. Esto conlleva un desgaste exagerado de energía.

Si sumamos a nuestros numerosos años sentados en sillas duras e incómodas que pudieran haberse dedicado a corretear cazando bichos los años que además hemos dedicado a pensar sobre cosas muy sesudas, ¿qué energía nos va a quedar? La suficiente para apretar teclas con nuestros deditos, de diferentes teclados, mandos y controles, y para mirar a unas pequeñas pantallas...






sábado, 3 de octubre de 2009

Lo científico es verdad, y lo no científico ¿es mentira?


Decía el otro día Punset en Redes que había tenido la sensación de que el mundo caminaba más hacia lo racional y lógico, pero que había comprobado que no es así, que muchas personas siguen aferradas a creencias irracionales, intuiciones y corazonadas.

El ejemplo que se ponía era que 9 de cada 10 personas han sentido alguna vez que alguien les miraba por detrás, lo habían sentido en el "cogote", como algo físico. Entonces Punset afirmaba que la Ciencia, esa señora tan lista, sabe que no salen partículas de los ojos de la persona que nos mira, ni rayos, ni ninguna otra cosa, y que por tanto es absurdo afirmar que se ha notado esto.

¡Ay la madre Ciencia! Para mí, esta señora tan lista es el vivo ejemplo de la estrechez mental, del pensamiento cuadriculado, y de la escasez de verdadera sabiduría.

Dentro de cien años, o doscientos quizá, el ser humano se reirá de algunas de las creencias de esta Ciencia que ahora se defiende en occidente como algo que recoge lo que es la Realidad, la Verdad. Lo científico es verdad, y lo no científico ¿es mentira?

Los nuevos hallazgos científicos van pisando a los anteriores, a veces los contradicen, y nadie dice nada. La Física Cuántica, que no hay quien la entienda porque parece ser que no es nada lógica ni racional, nos tiene a todos revolucionados: ¿de forma que el comportamiento de las partículas cambia si hay un observador? Esto no suena muy científico, suena más a que las partículas se sintieran miradas por el cogote...

No quiero yo con esta entrada ni mucho menos criticar a Eduard Punset, que me parece una persona inteligentísima, que lleva a su programa Redes invitados muy interesantes, y que aporta cosas realmente curiosas a una televisión bastante pobre.
Yo, como él, estudié Ciencias Económicas, es decir, que estudié Ciencias. La Economía es una Ciencia Social, esto es, se trata de hacer Ciencia con las personas, lo cual siempre sale mal, por ello a los Economistas se les tacha de profetas del pasado. Ocurre que las personas pocas veces nos comportamos de forma racional. Cuando parece que sí, que vamos a hacer caso a la imposición del hemisferio izquierdo del cerebro y vamos a ser muy lógicas, de pronto el impulso intuitivo del derecho lo echa todo a perder. Pero, ¿esto es malo? A mí me parece lo interesante y bonito del ser humano, que de otra forma se parecería sospechosamente a una máquina.
Muchísimas cosas que no han sido demostradas con el método científico son realidades, funcionan, están ahí. Tengo la sensación de que la sabiduría está justo donde no está el conocimiento, donde está el vacío, donde una persona sólo es. Pero, ¿cómo demostrar esto? El método científico me pareció muy decepcionante cuando hice las prácticas de Física en B.U.P. Aquello de lanzar una bola repetidas veces, apuntar en una hoja los numeritos y luego hacer la media... No, no me convence. Si salía: 1,5; 1,6; 1,5; 1,7, pues se hacía la media con estos números. ¿Y qué?
Una vez, mi acupuntora me dio la clave de lo que yo ya presentía, intuía o tenía como corazonada (todas expresiones alejadas de la Ciencia): los occidentales no creen en lo que no ven. Ella se refería a los meridianos, unos canales de energía descubiertos en la Medicina China hace miles de años, y no por un método científico, pero que sin embargo se ha demostrado que "están ahí" aunque no se ven.
Si no lo veo no lo creo es una frase escéptica, de estrechez mental, que se queda tan corta para conocer este mundo que no sé cómo puede uno aferrarse a ella. Serán cosas de la Ciencia.







martes, 18 de agosto de 2009

La sociedad de la desinformación

Se dice que vivimos en la era de la información.

A veces no lo tengo tan claro.


Creo que no podemos con tantos datos, pero al mismo tiempo, creo que, cuando algo nos interesa mucho, y empezamos a investigarlo, nos damos cuenta de que las fuentes no están tan a mano como parecía.


Orison Swett Marden, un autor norteamericano del S. XIX que me encanta, es difícil de leer aquí en España. Tengo una edición de los años setenta de su Alegría del vivir, y ahora he conseguido la única traducción en España de su ¡Siempre adelante! por Federico Climent Terrer, y eso que fue declarada en 1914 de utilidad para la enseñanza. En inglés se puede encontrar en un PDF algo infumable, de más de 800 páginas, pero aun así, interesante (www.leadership-tools.com).


Solicito on-line un libro sobre Comunicación para documentarme, y resulta que está agotado. El libro esta vez no es del siglo XIX, sino del año 2006. Resulta deprimente cómo un libro interesante acaba por desaparecer en tan sólo tres años. Ocurre con la mayoría de ediciones actuales, en las que se hacen tiradas de entre 200 y 2.000 ejemplares, y que después caen en el olvido. Desde luego, los autores más que escritores tenemos que convertirnos en comerciales de nuestras obras, con un fino conocimiento del marketing, para poder obtener algo más que una palmadita en la espalda por el trabajo bien hecho.


Por otro lado, Internet provee de datos de forma implacable, a quemarropa, sin mediar ningún sentimiento. En mis investigaciones, busqué al autor de un libro que me es muy querido: el libro de Filosofía de 3º de BUP. Sí, esto ya va sonando arcaico, porque ahora ya no se hace BUP, y probablemente se utilicen otros libros. Éste, para mí, ha sido fuente de información, atrajo mi atención sobre un montón de cosas curiosas, desde el principio, como el tema de la percepción humana, por ejemplo.


Como decía, al buscar a César Tejedor Campomanes, autor único de un gran libro como éste, doctor en Filosofía y catedrático de bachillerato, supe que había muerto en 2005. Llevaba unos días escribiéndole mentalmente un email para mostrarle mi admiración por su trabajo. Saber que había muerto me resultó muy doloroso; fue como si se hubiera muerto justo cuando leía la noticia. Estas son las cosas adversas que ocurren con Internet. En realidad, no quería tanto detalle. No quería saberlo. Pero lo supe.


Unas veces por exceso y otras por defecto, no estamos en la sociedad de la información, sino de la desinformación. Creemos que todo está a nuestro alcance, pero me temo que los ejemplares únicos que se quemaron en la biblioteca de Alejandría no nos han llegado. Como decía antes, no hace falta irse tan lejos para encontrar el rastro de algo desaparecido hace tan poco que parece que tocas su vestidura, que alcanzas su tela, y resulta ser un fantasma.

martes, 11 de agosto de 2009

Human Nature

Eres un animal.
No, no es un insulto. Es una realidad.
Una realidad, a veces muy tapada por el mundo que hemos creado, tan intelectual, tan de la mente. Y tan falso.

Ahora que estoy investigando sobre Comunicación Humana, descubro que el 93% de esta comunicación es animal, no verbal. Me encuentro con autores como Desmond Morris, que titula su obra de la forma más acorde a esta verdad: El Mono Desnudo.

He tenido la suerte, además, de descubrir la película “Human Nature”, y de confirmarme en lo que ya intuía. Algunos dicen que el lenguaje genera realidad, y yo digo que las palabras nos alejan de la realidad. Hemos creado un mundo basado en ideas y abstracciones mentales, en conceptos, y el máximo de este mundo virtual es, claro está, Internet. Internet, o esos millones de monos desnudos dejando su cuerpo abandonado a la inactividad, utilizando tan sólo sus manos para teclear, sus ojos para mirar una imagen en dos dimensiones, la pantalla, y su mente para crear todo lo demás.

Cuando los sabios místicos dicen que no hay nada, que todo está en tu mente, saben también lo animales que somos los seres humanos. De hecho, afirman que no hay mente. Es decir: no hay nada.

Porque, ¿imaginas un mundo en el que todo se comunicara a través de gruñidos y gestos? Desde luego la especie seguiría sobreviviendo y reproduciéndose, pero es difícil poner un post en gruñidos, o en gestos. Por lo que a mí respecta, se me acabaría la profesión. Sonrío tristemente al pensar en esto, porque en el fondo me fascinaría vernos a los monos desnudos privados del habla y tratando de discutir sobre el sexo de los ángeles...

En el fondo, parece algún tipo de locura esto de haber creado todo un universo a partir de las palabras, palabras que delimitan, que categorizar, que etiquetan, que empaquetan lo que nos rodea para que creamos que lo podemos controlar. Igual que el personaje de la película que interpreta Tim Robbins, nos ponemos a experimentar con ratas de laboratorio para llegar a conclusiones absurdas, para redescubrir una y otra vez lo animales que somos todos, y lo poco que nos gusta esto.

«Sí, pero hay un 1% de diferencia en la cadena de ADN que...»
«¿Y qué me dices del arte, y la mística, y la ciencia?»

Me acuerdo entonces de la frase de la película “Amadeus” en la que el protagonista dice que los reyes y nobles parecen cagar mármol, perdón por la expresión pero es esto lo que dice. Y es que en los temas escatológicos, es cuando más nos damos cuenta, con horror y mucho asco, de lo animales que somos.

Para que no queden vestigios de nuestra procedencia, los seres humanos, el homo sapiens sapiens, lo que hace es destruir a aquellos que le recuerdan su condición animal: primero parece que pudo haber una destrucción del Neandertal por parte del Cromagnon, y luego cada vez que nos hemos encontrado con una civilización que vivía cómodamente en el estado del buen salvaje, nos la hemos cargado: indios, guanches, tribus perdidas de tal o cual lugar, y bueno, a los llamados grandes simios hemos comprobado que con tenerlos en jaulas nos es suficiente.

Recomiendo un blog en el que se habla de las especies animales de una forma muy en línea con esta entrada: http://luthieryquevedo.blogspot.com/

jueves, 6 de agosto de 2009

¿Cómo nos comportamos en nuestro entorno?



Kurt Lewin, psicólogo polaco, hizo interesantes estudios en la Psicología Social, como éste que podemos ver en el vídeo.

Otra de sus aportaciones fue representar la personalidad con una serie de círculos concéntricos que suponen los espacios vitales, del más público al más privado, en forma de capas de la cebolla.

Demostró que, en ciertas culturas como la norteamericana, estos espacios públicos son mucho mayores que los privados, por lo que tendrán parcelas muy claras en su vida pública y privada, perfectamente separadas e identificables. Así, alguien es jefe sólo en su trabajo, pero fuera puede ser miembro de una asociación, voluntario, o compañero de la clase de tai chi.

En otras culturas, como la alemana, conservan sus jerarquías en lo privado, por lo que un jefe lo será las veinticuatro horas del día, y se comportará conforme a su nivel en la asociación, en su casa y en la clase de tai chi. Será más difícil de acceder a este tipo de persona, pero cuando se logre, será al mismo tiempo en todas las facetas.

¿Cómo crees que es la cultura española?

lunes, 20 de julio de 2009

Cuando SÍ consigues lo que quieres

Es paradójico, pero a veces se tiene miedo de conseguir lo que se quiere. Miedo al éxito, miedo a la responsabilidad, miedo a que esto que se persigue no sea exactamente lo que imaginábamos.

Esto me recuerda a la última conferencia de José Pedro García de Miguel en la que estuve. Preguntó: ¿qué posibles resistencias o lastres están impidiendo que alcances lo que te propones? Hubo varias respuestas, pero la que me pareció más difícil de combatir fue ésta:
"El miedo a conseguirlo, a lograrlo de verdad."
Creo que fue Santa Teresa quien dijo:
"cuidado con lo que pides, pues se te puede conceder."
¿Por qué es tan peligroso? ¿Por qué podemos llegar a tener miedo del logro, de triunfar, de alcanzar la meta?


Se me ocurren varias respuestas:
  1. Porque eso implica el final de la búsqueda y el comienzo de algo que no conoces

  2. Porque al lograrlo, no puedes seguir quejándote

  3. Porque algo muy profundo en ti "sabe" que ese objetivo NO ES el que realmente deseas

  4. Porque entonces te toca responsabilizarte de aquello en lo que te conviertes
Es como un deportista que corriera más despacio para no alcanzar ningún tipo de récord, para evitar ser un deportista con palmarés, con éxito, con fama, al que seguramente exigirán más en la siguiente carrera. Es como si ayer, Alberto Contador no hubiera atacado, dejando atrás a Lance Amstrong y a su propio equipo para no ponerse el maillot amarillo, eligiedo quejarse de que el equipo favorece a Amstrong, o dándose cuenta, sobre la bici, tras todos los esfuerzos, que él en realidad quería ser tenista, pero que se subió a la bici porque su padre le influyó abiertamente.

Pues esto ocurre con más frecuencia de la que parece. Tan sólo escucha a alguien quejarse de sus circunstancias una y otra vez, rechazando opciones de acercarse a aquello que dice desear. Tan sólo observa a alguien haciéndose boicot a sí mismo/a para no acabar unos estudios, porque se los impusieron sus padres. Tan sólo mira a esa persona que tiene un miedo atroz a ser ella misma y por ello huye toda posibilidad de acercarse a su personal definición del éxito.

viernes, 17 de julio de 2009

El hormiguillo, azogue o necesidad de movimiento

La alarma ha sonado y yo me he levantado a hacer estiramientos. Mi acupuntora y médica tradicional china lo dijo bien claro: "ordenador no malo, pero cada media hora tiene que levantar y hacer estiramientos de brazos y piernas".

¡Cada media hora! Y eso que ya se reconoce en los manuales de Prevención de Riesgos Laborales que convendría levantarse cada dos horas, y descansar la vista cada hora. Me parecería inviable hacer esto en una oficina, pero lo bueno es que trabajo desde casa gran parte del tiempo, y puedo permitírmelo. Estoy bastante sorprendida, porque esas medias horas me cunden mucho más de lo que yo esperaba: como sé que sonará la alarma, elijo concentrarme en una o dos tareas en lugar de tratar de hacer veinticinco. Y estoy aprendiendo a dejar tareas empezadas o por empezar, para tomarme mis cinco o diez minutos de estiramientos, chi kung o respiración.


Lo cierto es que, intuitivamente, ya solía levantarme cada poco rato, porque me resulta muy difícil aguantar sentada en la misma posición mucho tiempo. Puede ser éste un componente kinestésico de mi forma de ser, si bien no influyó en mi aprendizaje: yo de pequeña sí era capaz de estar sentada en la silla sin prácticamente moverme. El "hormiguillo" y el "azogue" vinieron más adelante, tal vez después de dejar de practicar baile clásico, a los 15 años.


A una persona inquieta no le puedes sentar durante muchas horas y obligarle a escuchar un rollo muy largo, ni tampoco a analizar una información de una pantalla luminosa. Por eso experimenté gran alivio cuando empecé a dedicarme a la formación: doy clase de pie, puedo moverme, puedo hacer dibujitos en la pizarra en vez de hacerlos en los libros de texto, y puedo irme sentando en las mesas de mis alumnos/as. En este sentido, formar recoge muy bien mi necesidad de movimiento.


En general, creo que los estudios que se han hecho indican que una persona puede permanecer atenta a un discurso verbal un máximo de 20 minutos, tras lo cual, la tensión de haber estado utilizando su cerebro a toda potencia, se necesita liberar en forma de movimiento. Como orador, conviene entonces hacer un chiste o algo que rompa con la situación, para que los espectadores o participantes puedan removerse un poco en las sillas.


Creo que es sabio conocerse a uno mismo; como dijo Lao Tse en el Tao Te King, es "sabiduría superior", y en otros sitios está traducido como "iluminación". Pues es complicadillo también. Porque vas avanzando por la vida y detectas incoherencias, contradicciones, y cambios en los que no habías reparado. Yo recuerdo hace tan sólo cuatro años estar en una reunión y, cuando me preguntaron qué pensaba sobre los temas que se estaban exponiendo, respondí: "quiero irme a comer".


Ahora lo veo tan macarra y fuera de lugar. Ruego me disculpen aquellos que estaban reunidos conmigo. En esa época desconocía este componente kinestésico mío, pero sabía de sobra que cuando me empieza a doler el estómago, la capa y el barniz "humano" se me van y me convierto en animal. Sólo pienso en comer, en moverme, en salir de allí. Ahora llevo a todas partes comida, mi bolso siempre tiene algo para comer. Y qué feliz soy cuando puedo "aplacar a la bestia".


En fin, que dentro de unos minutos volverá a sonar mi alarma y me iré a estirarme de nuevo, por aquello de mantener la energía del cuerpo (o "qi") en movimiento y no convertirme en estatua de escayola.

martes, 14 de julio de 2009

¡Siempre adelante!


No sé si a ti te pasa, pero a mí sí: oigo hablar a personas sobre el éxito, el Secreto, el dedicarte a tu vocación, el seguir tu brújula interior... Y al mismo tiempo, veo personas chocándose una y otra vez con puertas cerradas, con sensaciones negativas sobre sí mismas, con aceptar menos de lo que son capaces de hacer, no con serenidad, sino con una resignación compuesta de resentimiento y baja autoestima.


Se dice que detrás de todo esto están las creencias. Y debe de ser verdad. Te hablo en este tono escéptico porque soy la primera que no está libre de creencias limitantes. Soy la primera que observa admirada a personas como Stephen Hawking llegar muy lejos, acompañado desde siempre de su ELA (esclerosis lateral amiotrófica) o al llamado "hombre milagro", que aparece en el vídeo y el libro del Secreto, explicando su recuperación.


Por otro lado, desde hace tiempo observo que las personas se aferran a un tipo de creencias especialmente dañinas, que son las expectativas. Expectativas sobre lo que "debe" ocurrir o expectativas sobre cómo "tiene que" comportarse otra persona. De esta forma, existe una falacia, o idea equivocada, que es creer que se tiene derecho a. Derecho a un buen trabajo, derecho a la vivienda o derecho a un matrimonio feliz. Algunas de estas cosas aparecen de forma algo ingenua para mi gusto en la propia Constitución Española. Pero hay algunas personas que nacen directamente sin ninguno de estos derechos, en esos países que no nombramos.


Todo esto me ronda la cabeza desde que me fijo con especial interés en el trabajo de Vicens Castellano en Ajuste de Cuentas, programa de Cuatro. Veo personas estancadas en la creencia de que no pueden salir de su angustiosa situación. Desde fuera parece fácil decir: "si sólo hay que...". Pero cuando uno está dentro, en el centro del huracán, quizá no tenga una visión tan clara de lo que le conviene hacer para cambiar el círculo vicioso y convertirlo en virtuoso. Aquí la ayuda de un coach es crucial.


¿Cómo lo ha hecho?, nos preguntamos asombrados ante la persona que triunfa. Acto seguido, atendiendo a nuestras creencias, nos decimos: claro, será un enchufe, su familia tiene dinero (y la mía no), es más fuerte que yo, ha tenido suerte, etc. Esto sólo confirma las creencias de que para que te vaya bien, tienes que tener un enchufe, o tu familia debe prestarte dinero, o debes ser fuerte o tener mucha suerte. Como si en ningún caso contara tu valía personal.


Al margen de El Secreto (o la Ley de la Atracción), podemos decir que esto de tener éxito funciona, que si lo vemos continuamente a nuestro alrededor, es que se puede hacer. Podemos tomar como modelo a estas personas que triunfan, podemos acercarnos a ellas y tratar de imitar aquello que más admiramos, sin dejar de mostrar nuestra huella personal, podemos reconocer que detrás del éxito y del dinero también hay un trabajo, una perseverancia, y un pensamiento alineado y libre de algunas de nuestras peores creencias que, como enemigos, nos echan abajo.


Yo tengo varios de estos modelos, y uno de ellos es Orison Swett Marden, como ya sabéis los asiduos/as. Sólo con el título de alguna de sus obras te da alguna de la energía que él tiene a raudales: ¡Siempre adelante!, La alegría del vivir.


Sé muy bien lo duro que puede ser abrirse camino en la vida, y más cuando se sufren enfermedades, o suceden desgracias familiares. Pero también sé que cuando uno escoge de entre todo lo que tiene lo positivo (y en el sufrimiento para mí lo positivo es la enseñanza que se extrae), entonces el camino se aclara, o se deja de oscurecer, deja de parecer dramático, y empieza a ser mimado y trabajado desde la responsabilidad.

viernes, 10 de julio de 2009

La moral del trabajo es la moral del esclavo


Esto afirma Ernie Zelinski en su libro El placer de no trabajar, un éxito en ventas. Dado el título del libro, podríamos argumentar que se trata de un texto dirigido a vagos, a parásitos de la sociedad que viven de otros. Bien, está dirigido a estos y a todos los demás en realidad, puesto que da pautas para mejorar en mucho la calidad del ocio incluso si se está trabajando.


La moral del trabajo nos viene impuesta de un pasado arcaico y superado, aparentemente, por las nuevas tecnologías. La forma de pensar en los horarios y en la organización de las tareas es en muchos casos taylorista, heredada por tanto de la revolución industrial, y alejada en buena parte del sentido común. La herencia, además, conlleva un componente sexista, bastante marcado, en la tradicional división de tareas en la pareja, en trabajos más simples y peor pagados para las mujeres, y en la asunción de que, una vez que una mujer tiene hijos, deja de contar para los ascensos en su profesión, a menos que deje de contar para sus hijos.


Trabajar de 9 a 6, ó de 9 a 7 como se está viendo mucho, o de 8 a 5 si se quiere, es tan absurdo que incluso contándoselo a las ovejas, se reirían de nosotros por ser tan tontos. Se estableció un número de horas, y resulta que hay que permanecer “de cuerpo presente” en una oficina ese número de horas, al menos. No importa que haya picos y bajadas en la producción. No importa que haya personas más rápidas que otras al trabajar. No importa que las circunstancias de algunas personas no les permitan estar tanto tiempo sentados frente a una pantalla de ordenador. Lo de la hora de comer es similar: cada empresa establece una duración, y la justifica atendiendo a su filosofía. Suele suceder que en esto y en otras muchas cosas, la empresa se convierte en un micro-mundo en el que se pierde perspectiva y se piensa que las cosas son así, un poco como en un pueblo pequeñito y aislado.


Hace tan poco tiempo que las cosas eran tan diferentes. Incluso en otros países, ahora mismo, están siendo diferentes. Pero no entra en el cerebro simple que conforma una compañía. El trabajo, en un principio, estuvo ligado al resultado que se buscaba: camino por la selva buscando comida. Cultivo estas semillas porque sé que luego salen plantas que dan frutos. Tengo estas vacas que dan leche y carne. Etc. Y no distinguía tanto entre hombres y mujeres. “Técnicamente”, es la mujer quien da a luz y mantiene a los hijos en un primer momento. Pero en todo lo demás, la mujer se ha desenvuelto trabajando, vendiendo, comprando, igual que un hombre, con otro tipo de habilidades, distintas simplemente, y no demasiado distintas.


Probablemente he mezclado en un párrafo aquello que ocurría en las cavernas con otras cosas que ocurrían en el Neolítico con otras que ocurren ahora en otras culturas. Permítaseme la licencia literaria, porque para lo que quiero comunicar, es suficiente así. Nos hemos metido los humanos a nosotros mismos en jaulas de oro, con su aire acondicionado y todo, que nos alejan de nuestra naturaleza e instintos. Competimos todos y todas en un mundo creado en el pasado y que es por definición machista, que cultiva unos determinados valores limitados, y que deja de lado muchas cosas buenas: creatividad, artesanía, libertad, juego, ejercicio físico, música, baile, ritos, decoración... por citar algunas de ellas.


En la introducción al Tao Te King, Josan Ruiz Terrés muestra una opinión similar, al comentar que la época actual es “yang”,


«en la que los valores identificados como masculinos y la búsqueda del
éxito se exaltan en todos los terrenos»

Lo cierto es que, todo aquello que suena a débil, a fracaso o a tomarse la vida a otro ritmo, se oculta o disimula, porque no es coherente con los tiempos que vivimos. Si no se es “normal”, hay que parecerlo en lo máximo posible.


En un mundo en que se permiten los call center (centros de teleoperadores), que he oído llamar “las galeras del S. XXI”, con bastante acierto, en que una serie de personas debe permanecer encadenada a su puesto a través de unos cascos con micrófono, debe trabajar lo más parecido a un robot y ajustar su fisiología a quince minutos concretos durante su jornada, en un mundo así en que algunos/as idealistas creíamos que gracias a la crisis iban a cambiar las cosas, la moral del trabajo es, sin duda alguna, la del esclavo.


Citando de nuevo a Josan Ruiz Terrés,


«no se puede vivir instalado en el éxito por la sencilla razón de que el tiempo
de cosecha rara vez es permanente.»

miércoles, 24 de junio de 2009

El tabú menstrual – Miranda Gray


A continuación reproduzco (con permiso de su autora) el encuentro que tuvo Miranda Gray con alguna revista que se autodenomina de la “nueva era” y que sin embargo sigue perpetuando los tabúes que nos acompañan desde tiempos inmemoriales.


Lo cierto es que, por alguna misteriosa razón, el ciclo menstrual se ha denostado, se ha ignorado, o se ha tratado como un problema de salud, como defiende Miranda Gray en su anterior libro Luna Roja, o en el actual The Optimized Woman (La Mujer Optimizada, no publicado todavía en español).


Veamos qué pasó:


Es triste cuando incluso revistas new age o alternativas perpetúan el tabú menstrual.


He pensado que sería entretenido poner al descubierto el desafío al que nosotras las mujeres nos enfrentamos, al promover el ciclo menstrual como un recurso positivo, fuera de ser un “asunto de la salud femenina”, compartiendo ahora la correspondencia que mantuve con una publicación bien establecida sobre vida alternativa de la Nueva Era.


Mi aproximación principal fue preguntarles si les gustaría publicar un artículo basado en el libro The Optimized Woman.


Su respuesta fue:


«No, gracias, tratamos de concentrarnos en temas unisex lo máximo posible. Esto no significa que nunca cubriremos asuntos femeninos, sino que queremos equilibrarlos con los asuntos masculinos también, así hicimos, por ejemplo, recientemente en... y sobre la menopausia natural, por lo que probablemente no haremos una parte específica de “mujeres” durante un tiempo, no por lo menos hasta que lo hayamos igualado con una parte sobre salud del hombre.»


Y ahora mi respuesta:


«Muchas gracias por responderme.


»Comprendo totalmente su respuesta inicial, pero me gustaría manifestar mi cortés desacuerdo con ustedes en el hecho de que el ciclo menstrual sea un asunto femenino. Tras años de impartir charlas, me ha sorprendido constantemente el número de hombres entre mi público. Los hombres quieren comprender a las mujeres, quieren saber cómo hacerlas felices, cómo motivarlas, cómo comunicarse con ellas, saber qué esperar, y saber cómo diseñar la comunicación y la aproximación a ellas con el fin de no ser rechazados.


»Mi nuevo libro contiene un capítulo específicamente escrito para hombres, resumiendo las ideas y concepto del libro dadas a las lectoras para que ellas a su vez las den a leer a sus parejas, porque pienso que hay una necesidad en los hombres de comprender a las mujeres y poder construir mejores relaciones. La naturaleza cíclica de la mujer afecta a los hombres en todos los aspectos de sus vidas; allí donde hay mujeres hay ciclo menstrual. Si se puede dar a los hombres algunas guías sobre “la mujer cuatro en uno” (alude a las cuatro fases en que divide el ciclo en Luna Roja) y algunos enfoques prácticos, no sólo podrán construir relaciones íntimas más profundas, significativas, productivas y satisfactorias sexualmente, también podrán construir una mayor autoconfianza y autoestima. Es una situación ganar-ganar.

»Si les puede gustar un artículo escrito para hombres sobre cómo crear relaciones más

profundas con las mujeres y aumentar su autoconfianza, estaría encantada de enviarles uno – ¡que por supuesto estaría basado en el ciclo menstrual!

»Espero que esto cambie su impresión de que mi trabajo tiene sólo un mercado femenino, y quizá estén deseando aceptar el desafío y sacar el ciclo menstrual fuera de su “tabú” de “asunto femenino” o “desorden en la salud” y restaurarlo donde pertenece: ¡como una fuerza que fortalece a la sociedad!

¿Y el resultado?

«Gracias por aclararnos su trabajo. Me temo que sigue siendo “no” en este punto...»

Finalmente, la revista de la Nueva Era se lo pensó mejor, y envió a Miranda un ejemplar, para pedirle escribir una sección regular en su revista.

sábado, 6 de junio de 2009

Conductor: piensa en las motos


En la nueva campaña de concienciación de la DGT en funcionamiento desde el 29 de abril, aparece entre otras la frase que da título a esta entrada.


Otras frases son:



Motorista sé prudente.
Las motos son más vulnerables.
La carretera no es el circuito.
Volver es lo importante.

Dado lo acertado de las otras frases, y teniendo en cuenta lo breve del espacio, «Conductor piensa en las motos» es una frase que en mi opinión debería ser revisada.

Desde la primera vez que la leí, la frase me distrajo completamente, como toda frase que invite a pensar, reflexionar, meditar, etc. Como conductora, pensé en las motos: lo bonitas que son las motos, la moto en la que voy a veces de copiloto, lo divertido de la moto, las marcas y estilos de motos... Y rápidamente empecé a pensar en cualquier otra cosa.

Se puede intentar que el conductor piense, por ejemplo, en el motorista. Ésa sería una solución. Si piensas en otra persona manejando otro vehículo, esto quizá sí te haga pensar en aquello que se pretende con la campaña.

Otra opción es que el conductor esté atento a las motos, vigile, cuide, tenga cuidado. En otras palabras, un texto en medio de la carretera debe invitar a la acción inmediata, y no a la reflexión pasiva. Es algo que se estudia en la técnica más rudimentaria de venta a través de la lengua escrita.

viernes, 5 de junio de 2009

Sobre la educación

Ha aparecido recientemente en El País un artículo que se titula "Los ordenadores no enseñan solos."

Me pregunto: ¿cómo aprendía el ser humano de las cavernas, ése al que recurrimos tanto para volver a vernos como animales? Quizá aprendía por imitación de modelos, por experiencia directa, y poco más. Veía a su madre, o a los adultos de la tribu, y les imitaba, como también hacen los grandes simios o los humanos actuales. Por otra parte, experimentaban, probaban, se aventuraban, recibiendo estímulos positivos y negativos de su entorno.

Me pregunto: ¿os imagináis unas aulas arrasadas por la típica bomba peliculera llenas de portátiles de última generación totalmente inútiles porque las siguientes generaciones no saben lo que son? Realmente, lo más probable es justo lo contrario: las nuevas generaciones van a permanecer todavía más horas, desde más pequeños, sentados delante de una pantalla.
De este hecho van a derivarse una serie de consecuencias lógicas:
  • problemas físicos: visión deficiente, molestias en la espalda, malas digestiones, estreñimiento, hemorroides, problemas de sueño, articulaciones agarrotadas.
  • problemas de relación: si sólo te sabes relacionar rebotando información contra una pantalla plana, poco podrás hacer en el mundo "real".
  • desconexión con lo biológico, desde el propio cuerpo (ritmo biológico) hasta las estaciones, los ciclos lunares, día y noche...
  • desconocimiento total del entorno, de cómo se sobrevive fuera de un edificio conectado a Internet.

Los portátiles de ZP me parecen demasiado, un derroche, aunque estoy a favor del progreso y de la educación virtual. Lo que quiero decir es que sería mejor gastarse ese dinero en las personas (profesores), en que haya más y mejores profesores y menos niños por aula, y métodos más creativos para aprender que el mero hecho de estudiar todos los años lo mismo.

Memorizar ha servido para tener culturilla general, y poco más. Hay gente que se sabe párrafos enteros de libros y nunca los ha digerido. Las generaciones X e Y lo hemos tenido todo tan resumido y pasado por el tamiz, que no nos hemos enterado de nada y no sabemos dónde está el río Nervión, a menos que estén cerca de nuestra casa, ni tampoco sabemos dónde está Australia (verídico: una compañera de trabajo me preguntó que si Australia no estaba en la Unión Europea, ¿dónde estaba entonces?). Quevedo, Lope, Galdós, sí, un montón de nombres y fechas y unos señores a los que pintar bigote (caso de no tenerlo) en el libro. Las ciencias "prácticas" no se libran: memorizar un método para aplicar la fórmula sin entender nada.
Años y años y más años sentado en una incómoda y dura silla escuchando señores y señoras hablar de cosas que no me interesan en absoluto, que aprendo para aprobar el examen y que olvido de forma automática. El PC no cambiará eso. Es la enseñanza creativa, es enseñar a aprender, es motivar, es crear interés por el mundo, eso sí.
¿Y por qué no enseñar lo que de verdad se va a utilizar? Habilidades sociales, cómo ligar, cómo se educa a un niño, cómo me alimento adecuadamente, cómo se trabaja, cómo se aguanta a un jefe, por qué debo permanecer 8 horas en un sitio a pesar de que ese trabajo puede hacerse en 6, por qué debo hacer horas extra pero como si no las hiciera, qué necesito para no estar desempleado?

miércoles, 27 de mayo de 2009

Di que sí... o di que no!

Hasta hace muy poco, la moda ha sido decir NO. A raíz del famoso best-seller No diga sí cuando quiera decir no, los departamentos de Recursos Humanos han entrenado a los directivos y mandos intermedios a decir que no. En otras palabras, les han entrenado en la habilidad de ser asertivos. Quizá se debe también a que Daniel Goleman incluyó la asertividad como una de las competencias fundamentales de la Inteligencia Emocional. Lo cierto es que muchos de nosotros/as estamos entrenados a decir no de forma automática, sin dañar la estima del otro y sin perder nuestros derechos.

Y de pronto, surge algo tan divertido como la película Di que sí (bueno, surgió hace tiempo, yo la he visto en vídeo este fin de semana). En el tráiler se ve bastante de lo que sucede en la película, pero pienso que no han seleccionado las escenas que hacen pensar, sino las de pura diversión al estilo Jim Carrey. Lo cierto es que el problema del protagonista (Carl Allen) es que dice que no a todo. A todo: ni siquiera contesta a las llamadas de teléfono.

Carl Allen es perfectamente asertivo al principio de la película, y sin embargo su vida es bastante rutinaria y aburrida. ¿Por qué decir SÍ se ha denostado tanto? ¿Cómo es que decir NO no le ha reportado a este personaje la felicidad prometida por las habilidades sociales?

Sospecho que se debe a que no sabemos distinguir cuándo decir que sí, y cuando decir que no. Decir sí a la vida, a las experiencias, a lo positivo, a lo que nos abre, a las relaciones humanas. Decir no a la manipulación, a las llamadas inoportunas, a los emails que no nos aportan nada. Stephen Covey comenta que decimos no cuando arde un sí más grande en nuestro interior. Es decir, siempre que decimos no, decimos sí a otra cosa.

En cierto modo, pues, parece que sí y no se complementan como yin y yang. Decir uno es decir el otro, que está ahí como su opuesto o aquello que lo completa. Veamos un ejemplo:

Tu mejor amigo te llama para que recojas a eso de las siete a su tía-abuela
en el aeropuerto, ya que él no va a poder. Según lo estás oyendo, tu mente
empieza a crear excusas creíbles, y las va exponiendo:

- A esa hora me viene un poco mal, salgo a las seis de trabajar

- Sí, pero le dije que irías tú, yo también salgo a esa hora, iría yo si no
fuera porque la niña se me ha puesto mala.

- Sí, lo entiendo, lo que pasa es que hay un atasco en la Nacional a esas
horas que es imposible llegar.

- Bueno, pero tú trabajas más cerca del aeropuerto que yo, así que aunque
llegues un poco más tarde de las siete, tampoco pasaría nada.

- Ya, pero además mi mujer me dijo que tenía que comprar una serie de
cosas...

- ¿Qué cosas?

Y así podría seguir la conversación durante un buen rato, porque los dos tendrían argumentos manipulativos (y falsos) para no encargarse de ello. ¿Hay que decir sí o hay que decir no? Pues no hay, en realidad, ninguna obligación a dar una respusta. Di sí cuando sea verdad que no tienes nada que hacer y cuando sientes una intuición de que hacer esto por tu amigo es importante para la amistad con él. Di no cuando sea verdad que hay algo para ti más importante que hacer.

Esta importancia o esta elección es bueno que sea de corazón. Di que sí de corazón y di que no de corazón. De otra forma, siempre te estarás diciendo NO a ti mismo/a, y ése es el peor NO que puede decirse.

miércoles, 20 de mayo de 2009

La regla fácil de la vida


Ernie J. Zelinski enunció la Regla Fácil de la Vida en su libro El placer de no trabajar, uno de mis preferidos ;-). Es una regla conocida por todos, pero escasamente aplicada, ya que el ser humano, como todos los seres, busca el placer y evita el dolor.
Si en la anterior entrada comenté que las sensaciones desagradables pueden conducir a un estado emocional negativo, ahora diré que, si se trata de buscar un objetivo más allá, quizá minimicemos la importancia de esas sensaciones. En otras palabras, sarna con gusto no pica.

Es fácil observar cómo las personas tratan de permanecer siempre en su área de comodidad. El área de comodidad de algunas de ellas es tan pequeña que no pueden casi ni moverse sin sentir ciertas dificultades. Sin embargo, el hecho de irse recogiendo poco a poco en este área produce un efecto paradójico: cada vez se reduce más.

Así, la regla fácil de la vida consiste en que, cuanto más fácil y cómodo sea lo que buscamos para el corto plazo, mayores dificultades tendremos a largo plazo. Esta regla se aplica en multitud de campos, de los que voy a citar algunos:

- Si estudias, es difícil, pero al final obtienes unos conocimientos que te facilitan tanto la entrada al mercado laboral, como el tipo de trabajo que realizas
- Si te entrenas para vencer tu miedo a hablar en público, consigues solventar muchos momentos de pánico que se te presentan en el trabajo, y acabas por sentir mayor autoestima
- Si empiezas a alimentarte de forma más sana, haciendo enormes sacrificios al ver pasar bandejas de tapas por tu lado, a largo plazo notarás que te encuentras mejor, que realmente no necesitas gambas a la gabardina para sobrevivir, y que tu cuerpo funciona de forma más óptima
- Si haces ejercicio de forma regular, también ayudas a que el cuerpo funcione mejor, duermes mejor, y alcanzas mayores niveles de relajación.

¿Qué es lo que ocurre? Que normalmente nos dejamos llevar por la parte fácil de la regla de la vida, ya que lo que podemos conseguir en el momento presente está asegurado, mientras que lo que obtendré después de haber estudiado, haber hecho dieta o haber hecho ejercicio, son beneficios que se presentan lentamente, poco a poco, y de forma casi imperceptible. El camino de la repetición siempre parece árido.

El tipo de estímulos de placer que nos alejan de acabar teniendo una vida fácil puede dividirse en dos: evitar sacrificios, o evitar el miedo. En los dos casos esquivamos algo que nos parece negativo, desagradable, incómodo, innecesario... Pero el caso del miedo es en el que me voy a centrar, porque la mayoría de las veces, según he observado, es miedo infundado. Además, una cosa es no querer hacer un sacrificio, aun siendo consciente de lo que puede suponer, y otra es no poder realizar algo por miedo.

¿Miedo a qué? Miedo a lo desconocido. Hay multitud de creencias bajo la capa del miedo a lo desconocido, desde «el mundo es hostil» hasta «no soy capaz», de forma que realizar cualquier acción en el terreno desconocido (hablar en público, llamadas comerciales, vender, conducir por primera vez) tiene un componente de visión de túnel de cómo es el mundo y otro de fallo en el autoconcepto. Algo así como que el mundo es muy grande y yo soy muy pequeñito/a.

Para que tu vida no se vea reducida al máximo, para ampliar tu zona de seguridad, para salvar poco a poco obstáculos que harán que te sientas más grande, más capaz, y en un mundo más afectuoso, puedes:

1. Entrar en acción cada vez que piensas algo. Por ejemplo: si quieres llamar a esa persona que conociste el otro día, llama AHORA.
2. Pregúntate: ¿por qué no? Es la pregunta preferida de Josepe García de Miguel, y la hago mía en este momento. ¿Qué te lo impide, cuál es el obstáculo, está en tu mente o está fuera?
3. Recordar los grandes beneficios que vas a obtener si das el paso, y recordar cómo se va a empequeñecer tu mundo si no lo das.
4. Ponerte en el peor de los casos: ¿qué es lo peor que puede pasar? Que se incendie mi casa y me quede sin trabajo y se vaya mi pareja y atropellen a mi perro y... Bueno, bueno, después busca qué es lo MÁS PROBABLE que puede ocurrir.
5. Juega. Al fin y al cabo, lanzarse a realizar lo difícil e incómodo puede tomarse como un juego. Es curioso cómo hay personas capaces de actuar socialmente en nombre de otras, pero cuando se trata de actuar como ellos mismos, se vienen abajo. Si es así, juega a que eres un personaje, o una persona famosa.

lunes, 18 de mayo de 2009

¿Sexo en crisis?


Me hago eco del artículo aparecido este domingo en El País Semanal, por Guillermo Abril, y busco aportar mi propio punto de vista sobre el tema. Se plantea que la cantidad y calidad de las relaciones sexuales han podido verse afectadas por el cambio en la coyuntura económica.

El sexo es una forma de creatividad, de puesta en práctica de la imaginación, de comunicación intensa y profunda con el otro, y de desahogo de tensiones físicas. Esta forma de ver la sexualidad puede convertirse en esta otra: el sexo es una rutina que ocurre con cierta frecuencia, cuando toca, y que se da siempre de la misma forma, con pocas o ninguna variación, que resulta aburrida y por tanto, acabamos por evitar.

¿Cómo es posible que la misma actividad pueda verse desde ángulos tan opuestos? La sexóloga Carol G. Wells nos cuenta una causa fácil de entender: la creatividad sexual parte del hemisferio derecho del cerebro, y sin embargo, nosotros nos pasamos el tiempo en actividades propias del izquierdo. El orgasmo se produce en un estado de semivigilia, que actualmente llamamos de flujo o «flow». Sin embargo, con el hemisferio izquierdo calculando, razonando, aplicando la lógica, no podemos alcanzar un estado similar, dado que interfiere una parte de nuestro yo con un fuerte espíritu crítico.

Es decir, el tipo de concentración necesario para tener una relación sexual satisfactoria es muy distinto al tipo de concentración que requiere realizar un trabajo de oficina, hacer cuentas, o hacer la lista de la compra. En cierto sentido, son opuestos: el espíritu racional, deductivo, realista debe deponer las armas y habremos de sumirnos en la vivencia intuitiva, impulsiva y atemporal si queremos disfrutar.

Con la aparición de un gran cambio en la situación económica, lidiamos con una variable más, y es la intensa emoción que puede ser de miedo o de tristeza. Pienso que la repercusión en nuestra sexualidad es diferente si la reacción es de miedo que si es de tristeza.

1) La ansiedad puede activarnos, puede instarnos a actuar para escapar de la situación actual. Y esta activación puede repercutir en un aumento de las relaciones sexuales y de su calidad, ya que hemos puesto en marcha nuestra imaginación para encontrar soluciones creativas a las circunstancias.

2) La tristeza puede hacernos caer en la inactividad, paralizando el funcionamiento de nuestros sistemas hasta que la coyuntura mejore. Entonces, el sexo se verá reducido a su mínima expresión. No nos quedarán ganas de pensar en ello con tantos problemas en la cabeza, problemas que nos han bloqueado.

A todo esto hay que añadir que el no poder adornar nuestras vidas con cierto glamour que compra el dinero, el sentir que no podemos arreglarnos y salir de tapas porque no tenemos suficiente, puede apagar la llama y revelar desavenencias que existían bajo una capa de estabilidad. Buscamos la estabilidad como si eso fuera la vida, y la mayoría de las cosas que merecen la pena ser vividas están fuera de nuestro área de seguridad. La estabilidad añade rutina, lleva al aburrimiento, y éste a la cólera y a identificar a nuestra pareja como razón de toda esta monotonía y blanco de nuestra ira.

Cuando se produce un cambio, incluso si es positivo, se abre un abismo ante nuestros ojos, un abismo de lo desconocido, de no saber qué va a pasar, y de no saber cómo actuar. Y al mismo tiempo, se abren nuevas posibilidades, nuevos caminos que podemos tomar, y la posibilidad de aprender que la vida es cambio y que nos estábamos agarrando a cosas que inevitablemente van a desaparecer, porque no son eternas.



Si tu trabajo estuviera asegurado de por vida, el sexo no sería mejor.
Si tuvieras mucho dinero, el sexo no sería mejor.
Si tuvieras más tiempo libre, el sexo no sería mejor.



El sexo será mejor si:

- Aprendes a desconectar de la actividad del hemisferio izquierdo: analítica, objetiva, intelectual.

- Reconoces tus emociones como algo diferente de ti, y dejas de identificarte con ellas: miedo intenso, excesiva ansiedad, tristeza y desesperanza.

- Comienzas a permitirte un espacio de verdadera creatividad e imaginación: juegos, reírte, tomarte menos en serio, visualizar tu próximo encuentro sexual, ver una película que te resulta excitante, leer una novela erótica.

- Comienzas a relajarte: cierras los ojos, buscas una posición cómoda, dedicas ratos de tu día a no hacer absolutamente nada, realizas técnicas de respiración.

- Dejas hueco a los placeres sensuales (y gratuitos): admirar la belleza, tomar el sol, escuchar música (o a los pájaros), pasear por un parque, observar el atardecer, darte una ducha siendo consciente de todos tus movimientos, el olor del jabón, el calor del agua sobre tu piel.

miércoles, 13 de mayo de 2009

La comodidad física


Es posible que algunos de nosotros/as estemos muy incómodos/as en ciertos entornos de trabajo y no sepamos exactamente a qué se debe. Una de las causas puede ser la molestia física, el hecho de que algo en el ambiente no es tan agradable como lo que se ve en esta foto. Por ejemplo:


· Notamos que hace un exceso de calor, pero no advertimos que llevamos los pies "cocidos" dentro de los zapatos.
· Notamos que necesitamos beber agua, pero no percibimos que hay una gran falta de humedad en el ambiente.
· Nos parece como si nos faltara el aire, pero no pensamos en que no entra aire puro en este edificio "inteligente".
· Estamos irascibles, pero no advertimos el ruido machacón de una impresora, un fax, una fotocopiadora.
· Sentimos dolor de cabeza, pero no nos damos cuenta de que la luz es demasiado fuerte para nuestros ojos, o lleva unas horas parpadeando.


Si queremos ser autoconscientes, esto también incluye nuestro cuerpo. ¿Por qué? Podemos considerar que existen tres esferas en las que el ser humano percibe:


1) Sensaciones corporales: se trata de lo más básico y cercano al mundo exterior. Podemos tener sensaciones básicas de placer o dolor. El calor, el frío, la humedad o la sequedad, la luz, los sonidos o ruidos, todos estos elementos pueden ser percibidos como fuentes de placer o de dolor.


2) Emociones: ante los estímulos externos e internos, podemos tener reacciones inconscientes de nuestro cerebro emocional, que nos preparan para la lucha, la huida, o el bloqueo. Estas reacciones son las emociones, necesarias para la supervivencia, y que pueden resultarnos positivas o negativas, esto es, las podemos clasificar como de placer o de dolor.


3) Sentimientos: se trata del refinamiento de la emoción, una vez pasa por el pensamiento. Los sentimientos son pensamientos con una emotividad añadida. Con el pensamiento podemos potenciar la emoción que sentimos o mitigarla, e incluso provocar una emoción que no estábamos teniendo. Los sentimientos también pueden sernos gratos o dolorosos.


La comodidad física estará incluida en el primer punto. En algunos cursos, he pedido a los participantes que observasen cómo se encontraban, si algo les incomodaba, desde la ropa hasta cualquier ruido de fondo. Muchas veces se daban cuenta de que les molestaban los zapatos, o llevaban la corbata demasiado ajustada, o tenían calor, o frío, o no soportaban oír el zumbido del aire acondicionado. Otras veces, lo que les molestaba era la silla en la que estaban sentados/as, la postura que habían adoptado, o la tensión que sin darse cuenta habían acumulado en los hombros.


Se trata de sensaciones que tenemos continuamente, informaciones que recibimos pero que no emergen a la conciencia y a las que no prestamos atención, aunque acaban formando parte del estado de ánimo con el que hacemos frente al día a día.


Por mi parte, no tengo duda: mi despacho responde a mis necesidades de comodidad física. Por un lado, he diseñado un espacio acorde con aquello que me provoca sensaciones placenteras, como plantas o fotos evocadoras. Ya opté hace tiempo por la ropa y los zapatos cómodos. Y sobre todo: hago los descansos que la prevención de riesgos laborales indica... como mínimo. Los estiramientos, darse un paseo o dejar la vista perdida en el horizonte son recursos gratuitos, que requieren una cantidad de tiempo mínima y que realmente ayudan a sentirse más despiert@, más activ@, más descansad@.¿Y tú? ¿Te sientes cómodo/a? ¿Estás a gusto físicamente? ¿Qué cambiarías en tu ambiente?