Dentro de poco comienza el verano. Ya quien más quien menos,
todos tenemos en mente las vacaciones. Quizá algunos (o muchos), desde hace
unos meses, ya que el calendario laboral se ha secado de festivos hasta el 15
de agosto, al menos en Madrid.
A pesar de la crisis, todos intentaremos irnos. Sí, ese “todos”
generalizado que suele tener excepciones. La crisis ya no es solo la crisis; es
una gran depresión. Pero “el pueblo de los padres” está ahí. Y los que no
solemos ver la playa durante el año, queremos ver “cualquier” playa. Esto sí
que es curioso, me comentó una persona de una zona de costa que
aquí usamos la expresión “a la playa” para responder a “¿Dónde te vas de
vacaciones?”. Y que en la costa eso es como decir: “al parque”. Ya pero ¿qué
parque? ¿Dónde? A los de interior nos da igual qué parque, realmente.
Antes de irnos, sin embargo, ya estamos pensando en la
vuelta. Conozco mucha gente que dice: “ya verás a la vuelta, el contraste, el
choque”. Y todavía no se han ido. Esto lo nombra Osho en el Libro de la nada. Llevamos
un cierto tiempo pensando en un futuro idílico, esas vacaciones en la playa, y
al tiempo pensamos ya en la vuelta.
Y lo peor, estando allí, estando en el lugar soñado,
deseado, y sabiendo que permaneceremos tan solo unos días, unas semanas el más
afortunado, pensamos ya en volver. Quizá incluso empiezan las peleas
familiares/conyugales, y se está “deseando” volver para recuperar la
normalidad, lo que yo llamo el estado vegetativo.
Vamos que, teniendo una oportunidad de estar despiertos, de
vivir la vida intensamente, de disfrutar de aquello que durante el año nos
parece tan difícil (aire libre, sol, agua, excursiones, buceo, juegos, siestas
interminables, salidas nocturnas al raso…) llegamos allí y no sabemos.
Parece que, al no tener entrenamiento en el ocio, se nos
muere la capacidad de gozar. Y esto sí que me parece triste. Gozar, reír,
sentir. De tanto tiempo en estado vegetativo se nos escurre la espontaneidad,
se nos oxidan las ideas, y se nos acartona el cuerpo.
Bueno, pues este año, en lugar de permitir este desastre,
¿por qué no nos centramos en disfrutar de lo que podamos? Incluso aquellos que
no tengan medios de ir a ningún sitio, ni playa ni pueblo ni dios que lo fundó,
¿por qué no aprovechan el tremendo calor para vivirlo a fondo, despertar, ser
conscientes?
Ánimo, yo lo voy a probar.
¿Qué piensas? ¿Dónde te vas este verano? ¿Te quedas?
¡Cuéntanos!
Vivir el presente, que gran reto para estar mejor que bien! No pre-ocuparse, disfrutar del efímero momento que nos llena.
ResponderEliminarEn mi caso cuando he tenido por delante un viaje soñado o unas vacaciones de las que tengo muchas ganas, intento disfrutar de la espera, sin prisa, porque sé lo rápido que pasan los días buenos. Esa cuenta atrás tiene mucho encanto... :)
Este año no habrá grandes viajes sino apoyo a la familia y disfrutar del fin de una época con la mejor actitud que pueda.
Un achuchon grandote y rodeado de mar.
Tienes mucha razón!! Ya ves, estaba tratando de reflexionar sobre eso de pensar en la vuelta, de no vivir el momento soñado y ... pocas veces me pasa. Yo pienso en el momento de llegar, de estar, de estar...y es cierto cuando llevo días en ese lugar a veces me apetece llegar de nuevo a casa...pero es que yo vivo en un lugar con ritmo lento y estar en casa también está bien.
ResponderEliminarMuy buenas reflexiones.
Un abrazo.
Estoy con Bruma, el problema no es el dónde ni el cuándo sino el cómo, el disfrutar hoy de día de hoy sin proyecciones y sin imaginar un futuro que nunca sabemos cómo será...
ResponderEliminarAbrazos aquí y ahora