No estaba acostumbrada a esto,
nunca fallaba, así que lo llevé a reparar. Me dieron unos sencillos consejos para
el mantenimiento de la batería. Y bueno, comenzó a funcionar de nuevo, pero
empezó a tener comportamientos extraños. Por ejemplo, las aportaciones de otros
usuarios leyendo el mismo título comenzaron a formar parte del texto, de forma
que se transformaba en otro. Los grandes clásicos dejaron de ser clásicos en mi
interlibro. Al principio me había alarmado, pero después me empezó a gustar la
idea de que las excelsas obras se transformaran de manera tan sugerente.
Pronto observé que esto le estaba pasando a otros usuarios:
también podían ver las obras extendidas, y podían hacer aportaciones que las
modificaban más.
Yo también podía hacer mis aportaciones. Observé que solo se
podía añadir información, no borrar, por lo que las obras iban creciendo de
forma exponencial, y muy pronto hubo que conformarse con leer fragmentos. Eso
sí, a nadie parecía importarle, es más, los usuarios del interlibro estaban muy
contentos con la evolución de las obras, y surgieron nuevos usuarios.
Se hablaba de memes, de cómo la evolución, que hasta ahora
había estado limitada a los seres vivos, se había extendido a los seres
digitales.

Lao Tze también estaba intacto, toda su obra. Por países,
China era de los que menos modificaban las obras, mientras que España era de
los que más. En Estados Unidos eran más respetuosos con la obra original, y en
India se habían puesto por escrito por primera vez muchas tradiciones orales.
Lorca, intacto. Lorca, sagrado. Cuando se lanzó un nuevo
estudio para entender por qué los usuarios de los interlibros no habían tratado
de modificar su obra, el resultado fue apabullante: "ya es perfecta".
Las razones que se daban parecían distintas: "No sabía
qué más poner", "Me parecía muy bonito así", "Es que no lo
entiendo", "Cuando lo leo veo imágenes, no puedo añadir nada
más", etc. La obra de Lorca permanecía intacta, a pesar de que los
usuarios de los interlibros hacían frecuentes visitas a estos contenidos. Es
más, desde que se publicó la encuesta, muchos aficionados a la escritura, e
incluso varios escritores profesionales, pensaron en añadir algo para terminar
con ese extraño caso.

Sin embargo, Edelmiro Sánchez no lograba tener ni una sola
idea. Cuando se ponía frente a la obra, cuando se situaba en la parte en que le
parecía que era más fácil añadir algo, sin dañar lo que había hecho el genio,
se quedaba completamente en blanco. Se le pasaban por la cabeza algunas ideas,
y las rechazaba por mediocres.
Toda la concepción de la escritura cambió. Los escritores
más famosos se dedicaron a ampliar las obras ya escritas, en lugar de escribir
obras nuevas. Ante la frustración de no poder enmendar a Lorca, los escritores
españoles, incluido Edelmiro Sánchez, enmendaban a todos los demás.
Lo que ocurrió después se cuenta entre una de las mayores
tragedias de la historia de la humanidad.
Un buen día, los interlibros se apagaron. Como una llama que
se extingue, dejaron de poder utilizarse, todos a la vez, en todo el mundo. Los
analistas comenzaron a hablar de una nueva era, lamentando profundamente que
los libros físicos se hubieran destruido a la vista de que ya nadie los
utilizaba. Ahora no había ninguna manera de acceder ni a las obras originales,
ni a las extendidas.
Con una excepción. Poco después, se encontraron en unas
excavaciones varios libros de papel de Lorca en un estado de conservación
bastante aceptable.
Desde entonces, son piezas de museo que se han ido copiando
para ponerlas a disposición del público. Ya nadie, ni Edelmiro Sánchez, osa
intentar modificarlas.
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