jueves, 2 de agosto de 2012

Iba en el tren, leyendo a Murakami...


Esta mañana iba en el tren leyendo a Murakami (Crónica del pájaro que da cuerda al mundo) y estaba, por cierto, en una parte intrigante, deseando saber qué iba a pasar después.

Una mujer ha empezado a hablar en medio del tren. Los trenes de cercanías en que voy cada mañana al trabajo son como un gusano interminable, todo de corrido; los vagones están unidos en un bloque. A veces hay 2 de estos grandes bloques.

Y esta mujer ha hablado alto y claro. Morena, no muy alta, proyectaba la voz con potencia. Yo miraba a otros pasajeros. No éramos muchos. Unos iban leyendo, otro estaba haciendo un Sudoku; había quien no hacía nada.

Al principio, cuando ha empezado a presentarse, la reacción común: la gente haciendo como que no oye, que sigue leyendo, que eso no va con ellos. Incluso yo trataba de saber cómo continuaba la historia de Murakami.

Pero la voz de la mujer se hacía oír, no ya por lo bien modulada que estaba, sino más bien por su locuacidad, su discurso perfectamente estructurado y rico en vocabulario, de una persona con estudios.

Ella estaba diciendo: 
«… soy licenciada en educación infantil por la universidad complutense, colegiada con el número XXXX, he dado clases a niños de 3 a 4 años y de 4 a 5 años, y ahora que no tengo trabajo [no he llegado a oír lo que había pasado con su puesto] tampoco he podido pagar la casa, y me desahucian.
»Lo habéis podido ver en Cuatro, en Callejeros, han venido los policías a mi casa y nos han echado, a pesar del apoyo de la plataforma contra los desahucios. Los policías agarraron a mi hija de 16 años del pelo, la querían llevar a rastras, los de la plataforma intentaron impedirlo, ahora hay una denuncia por agresión a los agentes, cuando la agresión fue de ellos hacia nosotros…»
Creo que en este punto ha sido cuando el discurso me ha conmovido hasta tal punto que incluso deseaba que terminase, que por favor, dejase de contarnos su historia, que ya estábamos totalmente convencidos de que necesitaba ayuda.

Pero la mujer seguía, porque necesitaba hacerlo. Con esa voz agradable y esa forma de expresarse propia de una profesional de la enseñanza, seguía:

»Yo antes estaba a ese otro lado, sentada, y no le deseo a nadie de ustedes que tenga que estar en mi lugar, de pie, en medio del vagón…»

Se oía la angustia, la desesperación. «… he llamado a muchas puertas, a muchas…», se oía “soy como vosotros y no sabéis el dolor que es ponerme en este otro lado”. Se oía, se palpaba, y se filtraba.

¿Cómo ayudarla? 
Al margen de dinero, me hubiera gustado darle más ayuda, pero mucha más. Le he sugerido que dé clases particulares, a todas las edades, no solo a los niños. Cuando ella estaba muy cerca de mí, he visto que tenía la cara llena de lágrimas. “Ella podría ser yo. Podría ser cualquiera de nosotros”.

Al salir del tren, he recibido un pasquín, con el mensaje principal de “Marcha a Madrid. 15SEP2012

Lo he leído entero. Solo quiero decir que los mineros ya han marchado a Madrid, y que marchar a Madrid no es suficiente, aunque es mejor que simplemente renviar correos en que vemos a las personas que están a nuestro servicio, “representándonos” reírse de nosotros. A mí no me molesta tanto el “Que se jodan” como la cara de satisfacción, la sonrisa de esta elementa, al decirlo. De Montoro me molesta todo, pero la sonrisita y la risita cuando habla de duras medidas… ¿Acaso estos individuos disfrutan con esto?

Creo que se necesita mucho más que movilizaciones (aunque por algún sitio hay que empezar) y que lo que se necesita no me gusta nada tener que vivirlo.


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