Tengo la sensación de que, de alguna forma, los tres son formas parecidas de lo mismo.
La relación inversa entre tiempo y dinero se estudia incluso en las facultades de Economía. Al hablar de trabajo, por ejemplo, cambiamos tiempo por dinero. En concreto, lo habitual es cambiar 8 horas de trabajo diarias, o 40 semanales, por un salario.
Un elemento fundamental los diferencia: el tiempo no se puede multiplicar, y el dinero sí.
Hace mucho tiempo que el dinero dejó de ser la representación en papel de una reserva de oro que se encuentra en el Banco de España, tal vez “escondida” en algún sótano, como podríamos imaginar. Mucho del dinero que circula ahora es ficticio, creado, sin ningún respaldo real; es un dinero virtual, que se multiplica gracias a su precio (los tipos de interés), y gracias a las leyes del mercado bursátil. Quien más quien menos, sabemos qué consecuencias ha tenido el hecho de que los activos que poseían los bancos fuesen irreales, basados en una deuda “tóxica”.
En cuanto al tiempo, el tiempo es tu vida. Lo que hagas con tu tiempo, lo estás haciendo con tu vida. Tus días, tus horas, tus minutos, son días, horas y minutos de tu vida, de lo que te resta de vida.
Lo parecido entre el tiempo y el dinero es que parecen comportarse como un flujo de energía. Parados, se estancan, para ponerlos en acción y que fluyan hay que disfrutarlos, vivirlos, llenarlos, realizarlos.
La energía a la que me refiero en el título es la fortaleza vital que se tiene en cada momento. En realidad, no sólo se cede tiempo a cambio de dinero, también (y sobre todo) se cede energía. Se puede pagar para conservar energía, en otras palabras, se puede ceder dinero a cambio de tareas que ayuden a preservar la propia energía: alguien limpia por nosotros/as, o nos trae la compra, o nos hace comida y nos la pone en la mesa, etc.
La relación entre la energía y el tiempo también es inversa: cuanto más tiempo se invierte en una actividad, menos energía queda disponible para otras actividades.
Así, el día al día al final es un conjunto de tomas de decisiones acerca de cómo gestionar tiempo, dinero y energía.
¿El ahorro? Pues el ahorro tiene un punto de vista positivo y uno negativo.
El dinero no da la felicidad, pero su carencia nos puede sumir en situaciones realmente desagradables. Se recomienda tener un colchón para imprevistos, edificar un plan de pensiones, o construir una gran inversión, como es comprar una casa. Ese dinero que se va apartando se puede rentabilizar, es decir, se puede aprovechar el hecho de que el dinero se crea de la nada a partir de la aplicación de los tipos de interés, los precios de las acciones en bolsa, etc. Podemos aprovechar el carácter virtual del dinero.
Pero, ¿qué pasa si todo el mundo retiene su dinero? Entonces la Economía del país se estanca, se ralentiza, no hay intercambios de bienes y servicios por dinero, se paraliza la actividad. Lo que parecía bueno deja de serlo.
El ahorro de energía vital puede parecer maravilloso también. Se dice que el número de respiraciones de toda nuestra vida está contado, así que una buena forma de ahorrar es ralentizar la respiración, calmarla. Según Osho:
Y finalmente, el ahorro del tiempo siempre me evocará a los Hombres Grises del libro Momo, y es que el tiempo no se puede ahorrar porque la vida no se puede ahorrar. Todo lo que hacemos, cada día, en el trabajo, en el metro, al encender la televisión, es tratar de no ser conscientes del tiempo, tratar, además, de que pase lo más rápido posible, es decir, gastarlo. Aunque creemos que lo ahorramos. Existen cursos sobre gestión del tiempo, los anuncios proclaman que los productos nos ahorran tiempo, ¿y cómo se va a ahorrar el tiempo? Me refiero a que, igual que resulta absurdo imaginar una gran caja de ahorros del tiempo como la que aparece en la novela de Michael Ende, también resulta absurdo pensar que si se va más deprisa, se tendrá más tiempo. Intentamos correr mucho y, al igual que para los hombres grises en la calle de Jamás, el tiempo pasa más rápido y se nos va.
¿Tiempo, dinero o energía? Ni ahorrarlos, ni malgastarlos, simplemente vivirlos, disfrutarlos y llenarlos.
La relación inversa entre tiempo y dinero se estudia incluso en las facultades de Economía. Al hablar de trabajo, por ejemplo, cambiamos tiempo por dinero. En concreto, lo habitual es cambiar 8 horas de trabajo diarias, o 40 semanales, por un salario.
Un elemento fundamental los diferencia: el tiempo no se puede multiplicar, y el dinero sí.
Hace mucho tiempo que el dinero dejó de ser la representación en papel de una reserva de oro que se encuentra en el Banco de España, tal vez “escondida” en algún sótano, como podríamos imaginar. Mucho del dinero que circula ahora es ficticio, creado, sin ningún respaldo real; es un dinero virtual, que se multiplica gracias a su precio (los tipos de interés), y gracias a las leyes del mercado bursátil. Quien más quien menos, sabemos qué consecuencias ha tenido el hecho de que los activos que poseían los bancos fuesen irreales, basados en una deuda “tóxica”.
En cuanto al tiempo, el tiempo es tu vida. Lo que hagas con tu tiempo, lo estás haciendo con tu vida. Tus días, tus horas, tus minutos, son días, horas y minutos de tu vida, de lo que te resta de vida.
Lo parecido entre el tiempo y el dinero es que parecen comportarse como un flujo de energía. Parados, se estancan, para ponerlos en acción y que fluyan hay que disfrutarlos, vivirlos, llenarlos, realizarlos.
La energía a la que me refiero en el título es la fortaleza vital que se tiene en cada momento. En realidad, no sólo se cede tiempo a cambio de dinero, también (y sobre todo) se cede energía. Se puede pagar para conservar energía, en otras palabras, se puede ceder dinero a cambio de tareas que ayuden a preservar la propia energía: alguien limpia por nosotros/as, o nos trae la compra, o nos hace comida y nos la pone en la mesa, etc.
La relación entre la energía y el tiempo también es inversa: cuanto más tiempo se invierte en una actividad, menos energía queda disponible para otras actividades.
Así, el día al día al final es un conjunto de tomas de decisiones acerca de cómo gestionar tiempo, dinero y energía.
¿El ahorro? Pues el ahorro tiene un punto de vista positivo y uno negativo.
El dinero no da la felicidad, pero su carencia nos puede sumir en situaciones realmente desagradables. Se recomienda tener un colchón para imprevistos, edificar un plan de pensiones, o construir una gran inversión, como es comprar una casa. Ese dinero que se va apartando se puede rentabilizar, es decir, se puede aprovechar el hecho de que el dinero se crea de la nada a partir de la aplicación de los tipos de interés, los precios de las acciones en bolsa, etc. Podemos aprovechar el carácter virtual del dinero.
Pero, ¿qué pasa si todo el mundo retiene su dinero? Entonces la Economía del país se estanca, se ralentiza, no hay intercambios de bienes y servicios por dinero, se paraliza la actividad. Lo que parecía bueno deja de serlo.
El ahorro de energía vital puede parecer maravilloso también. Se dice que el número de respiraciones de toda nuestra vida está contado, así que una buena forma de ahorrar es ralentizar la respiración, calmarla. Según Osho:
“Cuando la vida es fácil, el tiempo parece más corto. Esos a los que la gente
llama yoguis, que cada vez respiran menos y más despacio, lo único que hacen es
disminuir el proceso de la vida. Están menos vivos, eso es todo. No van a vivir
más tiempo; tan sólo van a estar menos vivos. No están viviendo plenamente; su
llama no arde adecuadamente. El ánimo, el entusiasmo y la danza desaparecen. Se
consumen a sí mismos, eso es todo.”
Y finalmente, el ahorro del tiempo siempre me evocará a los Hombres Grises del libro Momo, y es que el tiempo no se puede ahorrar porque la vida no se puede ahorrar. Todo lo que hacemos, cada día, en el trabajo, en el metro, al encender la televisión, es tratar de no ser conscientes del tiempo, tratar, además, de que pase lo más rápido posible, es decir, gastarlo. Aunque creemos que lo ahorramos. Existen cursos sobre gestión del tiempo, los anuncios proclaman que los productos nos ahorran tiempo, ¿y cómo se va a ahorrar el tiempo? Me refiero a que, igual que resulta absurdo imaginar una gran caja de ahorros del tiempo como la que aparece en la novela de Michael Ende, también resulta absurdo pensar que si se va más deprisa, se tendrá más tiempo. Intentamos correr mucho y, al igual que para los hombres grises en la calle de Jamás, el tiempo pasa más rápido y se nos va.
¿Tiempo, dinero o energía? Ni ahorrarlos, ni malgastarlos, simplemente vivirlos, disfrutarlos y llenarlos.
Me leíste el pensamiento, amiga, llevo todo el fin de semana reflexionando sobre este tema. Como siempre, intento encontrar el equilibrio entre dedicar el tiempo necesario para conseguir el dinero que necesito (no más, el que necesito) sin que ello suponga un desgaste tal de energía que no me permita disfrutar el tiempo restante.
ResponderEliminarMe parece muy poderosa la reflexión de que el tiempo no se puede ahorrar, sobretodo cuando pienso en las personas que constantemente posponen experiencias y situaciones, como si estuvieran ahorrando ese tiempo para más adelante.
Curiosamente todo nos lleva a aquella horrorosa canción de "Tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor".
Para haber sólo tres cosas, cómo cuesta encontrar el punto de equilibrio!
Gracias como siempre por tus reflexiones.