La realidad tal cual es, ¿a quién le interesa hoy en día?
Las frases: «Esto es lo que hay», «Así son las cosas», «Son lentejas» tienen connotaciones muy negativas. Pero son las que mejor reflejan lo que es. La realidad es aquello que es, no aquello que te gustaría que fuese, aquello que deseas que sea en el futuro. Y la realidad jamás será aquello que habría sucedido si hubieras actuado de otra forma. Este tipo de frases, la tercera condicional (si hubiese… habría…) reflejan aquello que jamás sucederá, porque no se puede intervenir en un suceso del pasado para cambiarlo.
La forma habitual de aceptación es la resignación. Una vez se comprende que “esto es lo que hay”, la resignación lleva a aceptarlo desde la impotencia, desde el rechazo, desde la ira contenida. Se completa la frase con: esto es lo que hay “y lo voy a boicotear”. La mayoría de las veces, el boicot es contra uno mismo/a. Es como luchar contra corriente: el sufrimiento de tanto esfuerzo lo pagas tú.
Reconocer y aceptar, desde lo más profundo, que “esto es lo que hay”, da sin embargo una oportunidad de liberar la gran cantidad de energía que se invierte en negarlo, en cerrar los ojos, en hacer oídos sordos. Esta energía se puede utilizar entonces para sacar provecho de “lo que es”, para conocerlo realmente en lugar de pensar sobre ello, para disfrutarlo, vivirlo, gozarlo.
Pensar sobre las cosas es la mejor manera de alejarse de ellas. Automáticamente se convierten en una construcción mental. Se crea una simplificación de lo real, se generaliza y se eliminan datos. Se piensa que así se maneja mejor la realidad, y lo que se hace es vivir en un cuentecito protegido, de autoengaño. Si fuese posible permanecer en él mucho tiempo (algunos/as son hábiles en vivir en la mentira durante años), quizá hasta compensaría. Lo malo es que nuestra fantasía personal choca una y otra vez, invariablemente, contra la realidad, contra lo que hay, contra las lentejas.
Pienso que cada vez vivimos más en un mundo no cierto, porque cada vez salimos menos fuera a comprobar si el cuento funciona, si estamos manejando hechos o estamos viviendo de interpretaciones. En una vida cercana a la naturaleza, donde hay que buscar en la realidad para subsistir (agua, alimento, cobijo), es más difícil caer en el autoengaño. En una vida en que se pasa la mayoría del tiempo sentado/a, consumiendo productos “virtuales” que van directos a la mente (televisión, programas de ordenador, Internet, teléfonos, GPS…) es muy difícil, por el contrario, permanecer cercano a lo real, a lo que es.
De hecho, y siguiendo a Osho (lo cierto es que estamos siguiendo a Osho desde la primera palabra), el lenguaje es un gran culpable de esta separación de lo que es. Algunos sistemas, como la programación neuro-lingüística (PNL), afirman que el lenguaje genera realidad. Porque la forma de describir un suceso crea el suceso: las palabras que se eligen, los elementos que se seleccionan según la prioridad que se da a unos sentidos u otros, todo ello conforma una amalgama que llamamos realidad. En esta línea están también todos los sistemas de creencias tipo “El Secreto”, “La ley de la atracción”, “Poder sin límites”. Su hipótesis es que, creando la realidad en la mente, puede conseguirse aquello que se desea.
¿Realmente es tan maravilloso conseguir aquello que se desea? Un deseo cumplido puede ser una condena, porque siempre surgen elementos que no se habían tenido en cuenta a la hora de elaborar ese deseo, esa esperanza. Por ejemplo, es como querer un Ferrari y no pensar en que conlleva un mantenimiento y que las piezas del Ferrari cuestan mucho más que las de otro coche. Es como querer aprobar una oposición y, una vez se llega al puesto, comprobar que ni motiva, ni gusta, ni compensa.
En cualquier caso, las expectativas, más que ayudarnos a vivir, nos pueden traer por la calle de la amargura, porque de nuevo alimentan el juego de “yo me invento la realidad”, juego arruinado cada vez que la realidad te muestra quién es. Conozco mucha gente que me dice: “yo decido mi destino, soy dueño total de mi destino”. Suelo responderles: si hubieras estado en las torres gemelas el 11S, ¿habrías dicho lo mismo?, o si te sobreviene una enfermedad grave, ¿tú la has buscado?, o si naces en África en un pueblo sin agua corriente, ¿tú confeccionas tu destino? ¿Seguro?
Creo que es un juego más bonito, más interesante y más factible el de “yo fluyo con la realidad”. Dejarse llevar, sin metas, sin expectativas, ir con la corriente, coger todo lo que se te ofrece en cada momento, extraer el jugo de la realidad. Para ello, has de estar aquí y ahora. Se trata de dejar de vivir en el futuro, con tensión y ansiedad o con esperanza y deseo. Se trata de empezar a vivir ahí donde estás en cada momento. Por ejemplo, ¿dónde estás ahora? ¿Cuál es tu realidad ahora? Puede ser muy duro responder a estas preguntas, y más cuando se trata de ver, de observar, de vivenciar realmente el momento. Duro y revelador. ¡Ánimo!
Las frases: «Esto es lo que hay», «Así son las cosas», «Son lentejas» tienen connotaciones muy negativas. Pero son las que mejor reflejan lo que es. La realidad es aquello que es, no aquello que te gustaría que fuese, aquello que deseas que sea en el futuro. Y la realidad jamás será aquello que habría sucedido si hubieras actuado de otra forma. Este tipo de frases, la tercera condicional (si hubiese… habría…) reflejan aquello que jamás sucederá, porque no se puede intervenir en un suceso del pasado para cambiarlo.
La forma habitual de aceptación es la resignación. Una vez se comprende que “esto es lo que hay”, la resignación lleva a aceptarlo desde la impotencia, desde el rechazo, desde la ira contenida. Se completa la frase con: esto es lo que hay “y lo voy a boicotear”. La mayoría de las veces, el boicot es contra uno mismo/a. Es como luchar contra corriente: el sufrimiento de tanto esfuerzo lo pagas tú.
Reconocer y aceptar, desde lo más profundo, que “esto es lo que hay”, da sin embargo una oportunidad de liberar la gran cantidad de energía que se invierte en negarlo, en cerrar los ojos, en hacer oídos sordos. Esta energía se puede utilizar entonces para sacar provecho de “lo que es”, para conocerlo realmente en lugar de pensar sobre ello, para disfrutarlo, vivirlo, gozarlo.
Pensar sobre las cosas es la mejor manera de alejarse de ellas. Automáticamente se convierten en una construcción mental. Se crea una simplificación de lo real, se generaliza y se eliminan datos. Se piensa que así se maneja mejor la realidad, y lo que se hace es vivir en un cuentecito protegido, de autoengaño. Si fuese posible permanecer en él mucho tiempo (algunos/as son hábiles en vivir en la mentira durante años), quizá hasta compensaría. Lo malo es que nuestra fantasía personal choca una y otra vez, invariablemente, contra la realidad, contra lo que hay, contra las lentejas.
Pienso que cada vez vivimos más en un mundo no cierto, porque cada vez salimos menos fuera a comprobar si el cuento funciona, si estamos manejando hechos o estamos viviendo de interpretaciones. En una vida cercana a la naturaleza, donde hay que buscar en la realidad para subsistir (agua, alimento, cobijo), es más difícil caer en el autoengaño. En una vida en que se pasa la mayoría del tiempo sentado/a, consumiendo productos “virtuales” que van directos a la mente (televisión, programas de ordenador, Internet, teléfonos, GPS…) es muy difícil, por el contrario, permanecer cercano a lo real, a lo que es.
De hecho, y siguiendo a Osho (lo cierto es que estamos siguiendo a Osho desde la primera palabra), el lenguaje es un gran culpable de esta separación de lo que es. Algunos sistemas, como la programación neuro-lingüística (PNL), afirman que el lenguaje genera realidad. Porque la forma de describir un suceso crea el suceso: las palabras que se eligen, los elementos que se seleccionan según la prioridad que se da a unos sentidos u otros, todo ello conforma una amalgama que llamamos realidad. En esta línea están también todos los sistemas de creencias tipo “El Secreto”, “La ley de la atracción”, “Poder sin límites”. Su hipótesis es que, creando la realidad en la mente, puede conseguirse aquello que se desea.
¿Realmente es tan maravilloso conseguir aquello que se desea? Un deseo cumplido puede ser una condena, porque siempre surgen elementos que no se habían tenido en cuenta a la hora de elaborar ese deseo, esa esperanza. Por ejemplo, es como querer un Ferrari y no pensar en que conlleva un mantenimiento y que las piezas del Ferrari cuestan mucho más que las de otro coche. Es como querer aprobar una oposición y, una vez se llega al puesto, comprobar que ni motiva, ni gusta, ni compensa.
En cualquier caso, las expectativas, más que ayudarnos a vivir, nos pueden traer por la calle de la amargura, porque de nuevo alimentan el juego de “yo me invento la realidad”, juego arruinado cada vez que la realidad te muestra quién es. Conozco mucha gente que me dice: “yo decido mi destino, soy dueño total de mi destino”. Suelo responderles: si hubieras estado en las torres gemelas el 11S, ¿habrías dicho lo mismo?, o si te sobreviene una enfermedad grave, ¿tú la has buscado?, o si naces en África en un pueblo sin agua corriente, ¿tú confeccionas tu destino? ¿Seguro?
Creo que es un juego más bonito, más interesante y más factible el de “yo fluyo con la realidad”. Dejarse llevar, sin metas, sin expectativas, ir con la corriente, coger todo lo que se te ofrece en cada momento, extraer el jugo de la realidad. Para ello, has de estar aquí y ahora. Se trata de dejar de vivir en el futuro, con tensión y ansiedad o con esperanza y deseo. Se trata de empezar a vivir ahí donde estás en cada momento. Por ejemplo, ¿dónde estás ahora? ¿Cuál es tu realidad ahora? Puede ser muy duro responder a estas preguntas, y más cuando se trata de ver, de observar, de vivenciar realmente el momento. Duro y revelador. ¡Ánimo!
Frases reveladoras y contundentes: pensar nos aleja de la realidad y un deseo cumplido puede ser una condena. Lo curioso es por qué tanta gente escoge el modo más complicado y más sufrido, por qué nos cuesta tanto asumir que la vida no es un problema para resolver, sino un misterio por descubrir (también en palabras de Osho) La vida se encarga de recordarnos una y otra vez lo poquito que controlamos del futuro y lo muchísimo que podemos exprimir del presente. Disfrutaré de mis lentejas de hoy, sin plantearme que habrá mañana! Gracias!
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