miércoles, 24 de septiembre de 2008

La alegría del vivir

Deambulaba por el anticuario del francés, al pie de Mojácar pueblo, y de vez en cuando leía con desinterés alguno de los títulos de los libros que servían de decoración. La mayoría de ellos era en francés, y se encontraban en contextos donde llamaba la atención aquello que decoraban: la alacena, la mesa, la estantería.

Aprisionado entre otros seis y dos planchas de hierro a modo de sujeta libros, había un librito que se titulaba La Alegría del Vivir. Por curiosidad, lo hojeé, y vi que estaba subrayado en rojo, y que las frases subrayadas eran muy elocuentes, llenas de fuerza. Por ejemplo: «No están estas gentes definitivamente establecidas ni en verdad viven en el hoy y en el ahora, sino que confían en vivir mañana, el año que viene, cuando sus negocios prosperen y se acreciente su fortuna y se muden a la casa nueva con nuevos muebles y adquieran el nuevo automóvil para desechar todo cuanto ahora les molesta y rodearse de comodidades. Les parece que entonces serán felices, pues hoy no disfrutan verdaderamente.»

¿Quién es este tal Orison Swett Marden?, me dije leyendo el nombre del autor en la portada. La edición, de bolsillo, carecía de todo el encanto propio del lugar en que me encontraba. El libro no podía ser más feo; la traducción no era muy buena y estaba muy anticuada. Cada vez más interesada en ese pequeño objeto de anticuario, leí un poco sobre la vida de su creador. Orison fue coetáneo de Galdós, mi autor español favorito, y vivió una vida digna de unos Episodios Nacionales de EE.UU. De orígenes humildes, Orison Swett sólo pudo heredar de sus padres, que murieron cuando él era pequeño, su curioso nombre, que simboliza la oración y el trabajo. Todo en su vida fue una lucha para salir de su situación y llegar lejos, para dejar de ser un aprendiz apaleado por sus diferentes amos y convertirse en un gran empresario que escribía incesantemente, en privado, en secreto; que no cesaba de escribir mientras construía hoteles.

Cada vez más interesada en la sabiduría de Orison, y en sus poderosas frases, cerré mis manos sobre el libro y pensé llevármelo de allí a cualquier precio. Pero me salió gratis: el anticuario francés consideró que, dado el volumen de otras cosas que le comprábamos, aquel insignificante librillo podía ir de regalo, y eso que su precio era de tan sólo un euro. ¿Un euro por tanta enseñanza?, pensé, esto es un tesoro oculto.

Esto ocurrió en agosto, y he podido leer el libro al completo unas cuatro veces, lo he subrayado por todas partes y, cuando voy a viajar en tren, lo llevo en el bolso, y abro por cualquier capítulo y vuelvo a recibir el positivismo y la energía de Orison a través de los tiempos.

¿Qué puede decir Orison de especial, de importante, en menos de 160 páginas? Pues resume, a modo de librito magistral, todo aquello sobre lo que llevo investigando varios años. Recoge la semilla dorada de todo lo que después han dicho Stephen R. Covey, Anthony Robbins, Daniel Goleman, etc., pero me consta que hay un matiz: Orison lo ha vivido por sí mismo, lo ha experimentado, y saca estas conclusiones de su inspiración más profunda, de su observación de las gentes. Orison parece ser el primero (en occidente, en la cultura capitalista) de una larga cadena de conocimientos que nos hacen mejores, de lo que se llama desarrollo personal, y lo hace con frases que han resultado ser «citas célebres.»

En efecto, cuando busqué su nombre en Internet me pasó aquello que te pasa siempre que buscas algo en Internet: ves que miles de otros ya lo conocían, ya hablaban de ello, y ya lo utilizaban, y el tesoro deja de pertenecerte. Se me quedó una sensación de decepción, de sorpresa descubierta a destiempo, propia del ego. Pero también una sensación de alegría al comprobar que Orison sí pertenece al saber popular y no se había quedado perdido entre bibliotecas y anticuarios franceses.

Es muy posible que vaya a seguir citando a Orison durante un tiempo, pero me gustaría empezar a revelar aquello que he encontrado en él, por medio de sus frases, y por medio de lo que hay más allá de ellas, entre líneas. Cierto que el autor trata temas pasados de moda, basados en costumbres y valores de su tiempo (siglo XIX). Esto ocurre con muchos libros reveladores, que tienen partes menos reveladoras sencillamente porque están demasiado centradas en la época concreta en que se escriben, y no en los universales que pretenden transmitir. Separando el grano de la paja, y obviando la traducción de la época, podemos aún pulir el bello metal del libro.

Lo primero que destaca el autor es la búsqueda de la felicidad. «La felicidad es el destino del hombre» es la primera frase de La Alegría del Vivir. Orison observa que los seres humanos buscamos ser felices, esto es, tener goces y placeres, y al perseguir la felicidad, ésta se nos escapa una y otra vez. No tiene sentido buscar aquello que ya está en casa, pero que no sabemos ver. Los peces se preguntan unos a otros qué será aquello del agua, porque no se dan cuenta de que es su aliento mismo. En cambio, pequeñas satisfacciones enfocadas a dar, a ayudar, sí traen felicidad a nuestras vidas. Quizá imaginamos que la felicidad es aquello que nos ocurrirá cuando nos toque la lotería. Y es cierto que se debe de sentir un gran entusiasmo... que sin embargo dura unos instantes. O imaginamos que la felicidad se siente cuando estamos de vacaciones, es decir, alrededor de 22 días al año, veintidós días de trescientos sesenta y cinco. Vaya... Bueno, si sumamos los fines de semana, tendremos felicidad quizá 128 días, esto suena mejor, pero sospecho que no es el camino para encontrarla.

Me gusta mucho la forma en que lo pone Orison, pues compara la felicidad con un mosaico compuesto de pequeñas piezas de escaso valor, que colocadas en una combinación acertada, forman una joya preciosa. Esos pequeños momentos de felicidad que están esparcidos por nuestra vida los rechazamos porque no cumplen la talla mínima que imaginamos han de tener. Buscamos más la felicidad en la sobreexcitación del sistema nervioso, en comer, beber, en satisfacer los apetitos y alcanzar lo que deseamos, a veces a costa de nuestra propia salud.

En una cultura de insatisfacción crónica, nos parece siempre que lo que buscamos está en un horizonte más allá de lo que vemos, que seguramente cuesta mucho dinero y esfuerzo, y que pasa por centrarse en uno mismo. «Quien ande en busca de la felicidad, recuerde que donde quiera que vaya sólo encontrará la que consigo lleve. La felicidad no está jamás fuera de nosotros mismos ni tiene otros límites que los que nosotros mismos le señalamos.» Orison, como los sabios orientales del budismo, taoísmo o sufismo, pone el acento en buscar aquí y ahora, en lo que vemos, dentro de nosotros, sin pagar ni un duro, sin forzar nada, dejando que todo ocurra, centrándose en los demás. Y esto nos remite a la cita del principio, y a otra perla de nuestro amigo: «La felicidad dimana de dar y entregar, no de recibir y retener [...] La infelicidad es el hambre de adquirir; la felicidad el hambre de dar»

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Los 10 mitos del coaching más frecuentes

Cada vez se habla más de coaching, sobre todo en las empresas, pero muchas personas no saben exactamente de qué se trata. El problema empieza en la propia palabra. Coaching es una palabra inglesa de difícil pronunciación para los españoles. A diferencia de marketing, que ya es reconocida por los diccionarios, coaching no se pronuncia como se escribe, es muy reciente, y por ello crea cierta resistencia.
Lo malo es que los profesionales de esta materia no podemos llamarla de otra forma, porque lleva a error. Si decimos que somos entrenadores, todo el mundo piensa en el entrenador deportivo, en que ciertamente tiene origen la palabra. Si decimos que se parece a... (terapia, PNL, mentoring, counselling...) sólo aumentamos la confusión, pues no es nada de esto aunque pueda compartir técnicas, y orígenes con algunos de ellos.
Y lo bueno es que el coaching no es nada místico, no es difícil de realizar, y aporta resultados claros y destacables. Lo que hace falta es dejar atrás algunos mitos que rodean a esta gran técnica de comunicación.


Mito: Es muy difícil definir coaching

Muy al contrario, está claramente definido y delimitado, y se explica en pocas palabras: coaching significa ayudar a las personas a definir metas claras y a establecer un marco de tiempo específico en el que alcanzarlas. El tipo de objetivo que se persigue es lo que diferencia un proceso de coaching de otro. Si el objetivo es profesional, personal, o una combinación de ambos, delimitará un coaching profesional, personal, empresarial, de conciliación de la vida privada y laboral, etc.
Yo no puedo enseñaros nada, sólo puedo ayudaros a buscar el conocimiento dentro de vosotros mismos; eso es mucho mejor que traspasaros mi poca sabiduría.
Sócrates Existen dos grandes corporaciones internacionales, la IAC (International Association of Coaches) y la ICF (International Coaching Federation), con sus propias definiciones de coaching. Según la IAC, coaching es una forma avanzada de comunicación, que sirve para ayudar a un individuo, organización o equipo a producir un resultado deseado, gracias a la co-creación de conciencia y a la resolución de los problemas. Según la ICF, coaching es ayudar a establecer mejores objetivos y a cumplirlos, es pedir al cliente que haga o sea más de lo que hubiera hecho/sido por sí mismo, y proporcionarle un enfoque, herramientas y apoyo para obtener resultados más rápidamente y conseguir más.

La clave: el coaching es un proceso bien definido, y las variaciones que pueda tener dependen de la persona que recibe el proceso (coachee) y del tipo de metas que persigue.

Mito: El coaching es sólo para las empresas

En España se está empezando a hablar de coaching, cuando en EE.UU. lleva en auge desde los noventa. La entrada de esta disciplina se ha producido desde el entorno empresarial, donde está apoyada por la consultoría, el estudio del clima laboral o la formación. El coaching sería entonces un elemento más de la labor de empresas consultoras de recursos humanos. Sin embargo, su práctica utiliza una serie de competencias que ayudan a la persona que lo recibe a darse cuenta de creencias que lo están limitando, a descubrirse a sí mismo/a, a sacar grandeza de sus capacidades, a contemplar más opciones o a aprender a aceptar su realidad tal como es, entre otras. Por tanto, toda persona con una meta a conseguir, sea en lo personal o en lo profesional, puede muy bien beneficiarse de un proceso de coaching.

La clave: la riqueza de esta disciplina es tal que no puede estar limitada a apoyar y ayudar en el entorno empresarial, sino que puede hacer mucho en el terreno personal.

Mito: El coaching enseña a los directivos a controlar mejor a sus colaboradores

Cuando surge el coaching en una conversación, muchas veces escucho que consiste en entrenar al directivo para ser capaz de despedir empleados, «echar la bronca,» exprimir más a las personas que trabajan con él/ella... Es posible que si un mando en una compañía siente que tiene poca asertividad y no es capaz de expresar una serie de disposiciones que su cargo le exige, recurra al coaching para mejorar en este punto. Sin embargo, el coaching está más bien enfocado a que la persona saque por sí misma su grandeza; sea con ella capaz de manejar conflictos, de tener conversaciones o de mostrar desacuerdo.
Por otro lado, cuando se entrena al directivo para ser el coach de sus colaboradores, se trata de que abra con ellos una comunicación de escucha activa, esto es, de verdadera y profunda escucha, respeto, e intercambio en un ganar/ganar.

La clave: el coaching no está hecho para que las personas sean peores, sino para que sean la mejor versión de sí mismas.

Mito: Se hace coaching a los que van mal en su trabajo

También he oído en más de una conversación que cuando se hace coaching a un trabajador, normalmente con un cierto cargo, es para «leerle la cartilla,» porque no ha tenido los resultados deseables. La sensación que transmite esta creencia es que el coaching es una especie de mobbing (otra palabra que ha entrado a formar parte de nuestro vocabulario), un acoso laboral por no ser capaz.
La realidad es que, si la compañía decide gastar una cierta cantidad de dinero en uno de sus profesionales para que siga un proceso de coaching, es porque pretende beneficiarle. En efecto, si estaba obteniendo malos resultados, el método de escucha y de búsqueda que propone el coaching es muy bueno para que él/ella mismo/a detecte por qué y pueda solucionarlo. En el coaching, el cliente es el único experto, es la única persona que sabe de su vida, de su trabajo, de sus conflictos.

La clave: el coaching ayuda a crecer, a encontrar puntos de mejora, partiendo siempre de que no hay nada que arreglar en el coachee, que es perfecto tal y como es.

Mito: El coaching es sólo para directivos, ejecutivos y altos cargos

Hasta este punto, es muy posible que se haya dado por hecho que el coaching está dirigido a personas que ostentan un cargo en una compañía. Como ya he apuntado, el coaching puede ser personal o profesional, y esto nos da una pista sobre este otro mito: el coaching puede ser para directivos o para el resto de humanos. La reciente introducción de esta disciplina en España hace que todavía esté muy limitada en su campo de acción. Por un lado, el que el coaching haya estado acompañado de otras técnicas le ha dado más cuerpo. Por otro, el hecho de que no haya un consenso sobre la titulación y experiencia necesarias, hace que remitirse a profesionales de la consultoría sea lo más seguro.
La persona que no responde al perfil de alto cargo no se plantea acudir al coaching para lograr alcanzar sus metas antes o alcanzar metas más ambiciosas. Simplemente no acude a nadie de fuera de su entorno, o busca un psicólogo para que le ayude en ciertas técnicas. Además, si el coaching no viene financiado por la empresa, la persona no se plantea invertir en su propio desarrollo personal.

La clave: empezar a ver el coaching como una extraordinaria herramienta de crecimiento para todo tipo de personas que persigan un objetivo.

Mito: El coaching sirve para buscar consejo, orientación, ayuda, y una respuesta

Muchas personas, cuando oyen decir a alguien que es coach, rápidamente le cuentan algún tipo de problema que tienen, esperando escuchar un buen consejo, que les den la respuesta al problema, y que toda la sabiduría provenga del coach. Asimismo, muchos coaches tienen la tendencia de dar soluciones a sus clientes, porque sienten que ven claro lo que el cliente no acierta a detectar. Esto es un tipo de error frecuente, pues dar la respuesta no es hacer coaching.
El coaching es un método socrático, es decir, basado en la forma de enseñanza de Sócrates: «yo no puedo enseñaros nada, sólo puedo ayudaros a buscar el conocimiento dentro de vosotros mismos; eso es mucho mejor que traspasaros mi poca sabiduría.» En el coaching, el cliente es el experto/a, es quien tiene la información sobre su vida, las respuestas, las potencialidades ocultas, quien persigue la meta. El coach es su socio para alcanzar la meta, su apoyo, pero también quien le habla claramente, quien le pide más, quien le pone un espejo delante.

La clave: si quieres respuestas, busca un mentor, consejero, consultor o psicólogo. El coach sólo te hará preguntas y alguna sugerencia.

Mito: El coaching es un tipo de psicoterapia disfrazado de novedad

No cabe duda de que el coaching profesional se centra en objetivos laborales, si bien la vida personal del cliente puede aparecer durante el proceso, y desde luego siempre su personalidad, sus capacidades, sus creencias. El coaching personal parece moverse en un terreno más inestable, puesto que las metas están relacionadas con aspectos quizá íntimos del cliente, y parece rebasar cierta barrera de “asepsia”, por decirlo de alguna forma.
En realidad, como hemos dicho, el coaching está muy bien delimitado. Está dirigido a personas que quieren pasar de la normalidad a la excelencia. Cuando el coach detecta que el cliente puede requerir terapia, es decir, tiene algún tipo de patología, su deber es remitirle a un profesional diferente, como es un psicólogo o un psiquiatra. Si bien un psicólogo sí puede atender a personas dentro de la normalidad para ayudarles en técnicas, habilidades y competencias, un coach de ninguna forma puede entrar en el terreno de la patología.

La clave: el coaching va al grano, se centra en el presente y el futuro del cliente, y le ayuda a alcanzar objetivos que le hacen pasar de la normalidad a la excelencia.

Mito: Hay personas a las que no se puede hacer coaching

Lo que sí es verdad es que algunas personas pueden no necesitar coaching, porque en este momento no persiguen una meta clara, o porque no pueden comprometerse a ella por determinadas circunstancias.
Cuando la relación de coaching no está dando su fruto, es el coach quien debe preguntarse qué está pasando, y no el coachee. El coach quizá deba cambiar de estilo, o debe en última instancia dirigir al cliente a otro coach. Cuando el coachee sistemáticamente deja de cumplir los compromisos consigo mismo/a, es importante detectar por qué. Pensar que hay que arreglar algo que está roto es olvidar que en el coaching se saborea de la realidad tal cual es. Quizá el cliente no realice las tareas porque el objetivo no está bien establecido, hay algo oculto que no hemos averiguado, o simplemente, ya no está interesado en su meta o en hacer el esfuerzo de alcanzarla.

La clave: es esencial buscar un coach con quien se esté cómodo/a, y es esencial preguntarse si de verdad se quiere alcanzar la meta y si se está dispuesto a trabajar por ella.

Mito: Es muy caro para lo que se obtiene a cambio

Muchas personas, tanto en el ámbito profesional como en el personal, ven el coaching como una herramienta que no tiene resultados directos sobre los ingresos, sino más bien sobre los gastos. Parece que el coach ha sido contratado simplemente para escuchar, eso sí, real y profundamente; y no se ve el retorno de la inversión.
Lo cierto es que el coaching puede dar resultados más consistentes que muchas otras técnicas: si el cliente pretende escribir una novela, el coach le pide que escriba un best-seller. Si el cliente busca mejorar en su carrera profesional en algún aspecto, el coach le desafía a encontrar un puesto que le da mayores ingresos o que le deja más tiempo libre para sus proyectos personales. Si el cliente no encuentra trabajo, el coach le ayuda a abrir las puertas de la efectividad. Del coaching se pueden obtener muchos beneficios personales, pero también económicos.

La clave: el plazo es crucial. No se puede realizar un cambio milagroso en unas pocas semanas aunque a veces ocurra, sino que es necesario que una serie de nuevas habilidades y creencias arraiguen en la persona poco a poco.

Mito: El coaching es una conversación sobre la mar y sus peces con alguien muy experto en algo un poco misterioso

Muchos han visto el coaching como una forma de confesión del siglo XXI. En efecto, alguien ajeno a la vida del cliente le escucha, le orienta por medio de preguntas a descubrir sus propias verdades, y al final todo parece una conversación interesante con un buen amigo.
Sin embargo, no hay coaching si no hay acción por parte del cliente. Si el coachee no realiza cambios, no se compromete a quitar las piedras del camino hacia su meta, o al menos a ignorarlas, todo queda en una conversación sobre la mar y sus peces. Algunas personas disfrutan al hablar con expertos en la materia que sea, por el criterio de autoridad: les parece una persona muy respetable e interesante, y piensan que su sabiduría se extiende a cualquier tema del que hablen.

La clave: el coach es un experto en la técnica de comunicación que realiza, con una serie de competencias y formación específica. Pero se habla de las metas del cliente, de su paso a la acción, del futuro del coachee