Estar Mejor Que Bien
Fotografía de Belén Casado, paparazzi del momento
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martes, 30 de agosto de 2016
viernes, 26 de agosto de 2016
Cambio de temática del blog
Este blog ha dejado de ser un blog de artículos, si quieres seguir enterado de las noticias del blog, visita https://belencasado.com/.
jueves, 11 de agosto de 2016
Robinson Crusoe: lectura de mudanza
Este verano,
Robinson Crusoe me ha acompañado en uno de esos momentos vitales difíciles: la mudanza. El relato de Defoe lo proyecté como una distracción ligera y un recurso para hacer un ejercicio de literatura comparada con otras
obras.
La primera
que me vino a la mente es la película Náufrago (Cast Away, 2000). Las similitudes
son muchas, si bien la película es más creíble y más parecida al relato
original en que Defoe se basó, el del naufragio de Pedro Serrano.
Después
recordé Marte (The Martian, 2015), y la suspensión de la incredulidad que pide
el cultivo de patatas en el espacio, no tan exigente como la que pide Defoe al
pedir que creamos que Robinson pudo cultivar cereales y hacer pan.
También me
vino a la cabeza la película Atrapado en el tiempo (Groundhog Day, 1993), toda
la reflexión sobre el tiempo, la repetición de los días, casi indistinguibles,
y sobre hacer tareas que llevan mucho tiempo porque en realidad es un recurso
que sobra, el tiempo se ha alargado, se ha convertido en un infinito presente.
Además de estas comparaciones, acabé recopilando
las similitudes del relato con mi propia mudanza.
La mudanza,
encontrarte de pronto en un espacio ajeno con objetos que son tuyos, que parece
que trae la marea como los restos del naufragio, caja tras caja, no sabiendo si
lo que contienen lo necesitarás ahora, no sabiendo si el contenido de la caja
estará dañado.
No valoramos el verdadero estado de nuestra situación hasta que lo vemos ilustrado por una circunstancia más desfavorable, ni sabemos apreciar lo que disfrutamos hasta que lo perdemos.
Resulta que
de pronto te das cuenta de que tienes perro y gato, y recuerdas entonces que
los rescataste del barco antes de que se hundiera. Sí, pese a tu soledad y a tu
sensación incómoda, no eres capaz de recordar a estos animales hasta veinte
páginas después de haber naufragado.
Y no debo olvidar que en el barco teníamos un perro y dos gatos, de cuya eminente historia me ocuparé eventualmente en su momento, ya que me llevé los dos gatos; y en cuanto al perro, saltó del barco por su cuenta y nadó hasta la costa para reencontrarme en tierra al día siguiente de mi desembarco con el primer cargamento.
Las penurias.
Son las que te hacen añorar la comodidad anterior, esa que escasamente
valorabas. Porque, ¿cómo puedes vivir sin una mesa y una silla?
Entonces comencé a dedicarme a la fabricación de las cosas que consideraba más necesarias, particularmente una silla y una mesa. Sin ellas no me era posible disfrutar de las escasas comodidades que tenía en el mundo. No podía escribir, ni comer, ni hacer muchas otras cosas sin una mesa.
Durante el
periodo de mudanza pierdes el sentido del tiempo. ¿Ya estamos en agosto? No te
lo puedes explicar, y es que, desde que naufragaste en la casa nueva, no sabes
dónde está metida tu agenda, y olvidas comprobar en el teléfono a qué día
estamos, y si es laborable o festivo.
Al cabo de diez o doce días me di cuenta de que perdería mi noción del tiempo por falta de libros, pluma y tinta, y que terminaría confundiendo los días laborables con los sabáticos. Para evitarlo, clavé sobre la playa un gran poste al que di forma de cruz, y allí grabé con letras mayúsculas la siguiente inscripción: «Aquí llegué a tierra el día 30 de septiembre de 1659».
Las
incursiones que haces desde el sitio en el que has aparecido, “la casa”, hacia
terrenos desconocidos alrededor del barrio, poco a poco cada vez más lejos,
buscando recursos básicos y la forma de obtenerlos y explotarlos.
Y como la naturaleza, que al proporcionar alimento a todas las criaturas les enseña también naturalmente cómo hacer uso de ellos, yo, que jamás había ordeñado una vaca y mucho menos una cabra, ni había visto hacer mantequilla ni queso, logré hacer ambas cosas con fluidez y presteza, después de varios ensayos y fracasos, y en adelante nunca me faltaron.
No darse
demasiada cuenta de que la casa solo está habitada por ti hasta que ya no
quedan cajas: todo está en su sitio, ya has explorado la zona, empiezas a
encontrarte en tu terreno, ya no te cuesta decir “esta es mi casa”, “esta es mi
calle”.
No tenía nada que envidiar, puesto que poseía todo aquello de lo que podía disfrutar y era el señor de toda la finca: podía, si esto me complacía, llamarme rey o emperador de esta tierra, de la que era poseedor.
Y sin embargo,
no eres capaz de permitirte a ti mismo ir desnudo por tu isla, incluso aunque
no haya ningún observador.
(…) y aunque el clima en verdad era tan caluroso que no tenía necesidad de ropas, no podía andar totalmente desnudo. No, aun cuando me hubiese sentido inclinado a hacerlo, lo que no era así, porque no podía tolerar la idea siquiera de pensarlo, aunque estuviese solo.
Cuando lo
puedes llamar hogar es cuando puedes admitir la existencia de personas ajenas
en tu isla, de la que te sientes el gobernador. Y es cuando se da el desembarco
de varias canoas llenas de amigos que vienen a tu isla a darse un festín, pero
cuidado, serás tú quien determine qué es lo que se va a comer. Decretas
libertad de credo, sin embargo, no vas a admitir ciertos rituales caníbales
como fumar, a menos que se salgan a la terraza, esa que ya has conseguido
llenar de plantas, sillas y una mesa.
Gracias al
acompañamiento de Robinson, y mucho más adelante de Viernes y al final toda una
tropa de hombres, he querido pasar por alto las incongruencias del relato, de
las que el mismo autor se excusa diciendo que en realidad no son tales:
Todos los intentos envidiosos por recriminarle no ser más que una novela, por buscar errores geográficos, incongruencias en el relato y contradicciones en los hechos, han fracasado y han resultado tan impotentes como malignos.
Solo queda mencionar
una gran diferencia, y es que Robinson sueña con salir de su isla algún día,
algo que logra, mientras que tú sueñas con no tener que volver a mudarte de
nuevo a ninguna otra isla.
Y así fue como abandoné la isla, el 19 de diciembre del año 1686 (…), después de haber vivido en ella veintiocho años, dos meses y diecinueve días.
miércoles, 15 de junio de 2016
La vuelta a la vida sencilla
Acabo de terminar de leer el
libro Medicina China Tradicional. Vivir
sin enfermar de Liu Zheng.
Conocí a Liu Zheng por Facebook. Empecé
a seguirle, y pronto me decidí a acudir a su centro de acupuntura.
Estando dentro de una cabina, escuché la voz de Liu. Tardé un rato en darme
cuenta de que la voz que oía era la suya, puesto que habla un español casi
perfecto.
En efecto, fuera de la cabina vi
a Liu y le escuché expresarse en perfecto español. No solo habla bien, sino que
escribe correctamente, y prueba de ello es que el libro lo ha escrito en
español y no en chino. Esto lo he deducido porque ciertas expresiones a lo
largo del libro nos recuerdan más a otros compatriotas de Liu que no tienen
tanto dominio de nuestro idioma. El hecho de encontrarse estas expresiones
añade encanto al libro y nos acerca más a su autor.
He leído ya algunos libros de
medicina china, e incluso he asistido a cursos introductorios, por lo que he
podido comparar lo que ya conocía con lo que nos aporta Liu. Lo que destaco en
este artículo son estas diferencias con otros contenidos sobre el tema.
El libro de Liu nos trae de vuelta a la vida sencilla, al
sentido común, al equilibrio en nuestras vidas que actualmente están
descompensadas hacia lo rápido, el estrés, la inmediatez… hacia lo yang.
A lo largo de los nueve capítulos
(que son tres veces tres, y tres es un número mágico en la cultura china;
también en la nuestra), Liu procura acercar la medicina china tradicional y la medicina occidental, algo que le distingue de
otros acupuntores chinos. Una anécdota: para explicar el yin y el yang, Liu
hace un símil con Don Quijote (el yang) y Sancho Panza (el yin), mostrando así un
acercamiento de culturas.
Lo cierto es que Liu, como le
estoy llamando amistosamente, no solo es licenciado en medicina china
tradicional, sino que es diplomado en fisioterapia y acupuntura en España,
máster en fisioterapia invasiva y máster en aspectos clínicos en el dolor. Lo pongo
así por encima y como si tal cosa, podéis ver el currículo completo en el
libro.
¿Qué valores nos transmite el libro?
A pesar de todo lo que Liu ha
logrado hacer en nuestro país, es una persona muy humilde; de hecho, pienso que
no habría cursado ninguna titulación de las mencionadas si no hubiera sido
humilde. La humildad es uno de los
valores clave que Liu ensalza en su libro.
Hablando de valores, muy importante
también es el valor de vivir en armonía
con la naturaleza. Liu nos dice:
“el origen fundamental de las enfermedades se encuentra cuando no vivimos en armonía con la Naturaleza”.
Acercarnos a la naturaleza es uno
de los mejores consejos para restablecer la paz interior.
Otro de los valores fundamentales
que nos transmite Liu es el respeto a lo
que fue antes de nosotros, a la sabiduría de nuestros antepasados. En sistémica
diríamos que los antiguos tienen prioridad, y nos han entregado un legado. Lo moderno
y cómodo parece ser echar a un lado estas enseñanzas. La medicina tradicional
china las rescata y las pone al servicio de lo nuevo.
En algún sentido, este es el libro de la abuela. Digamos que
tiene tres (otra vez tres) componentes, a grandes rasgos: es un libro de
medicina tradicional china, es un libro de medicina occidental y es el libro de
consejos de la abuela. Pues bien, los consejos de la abuela son para mí la
parte más importante del libro. Quizá un estudiante de medicina china recurrirá
a un libro o varios más complejos sobre esta disciplina. Un estudiante de
medicina occidental hará lo propio. Pero ninguno de ellos podrá encontrar
fácilmente los consejos de la abuela que se destilan de miles de años de una
cultura que a veces se desdeña porque no se acierta a entender, de un análisis
sabio que realiza el autor al encontrar muchas similitudes entre la medicina
que trae y la que encuentra aquí y de un sentido
común que se agradece encontrar por no ser tan habitual.
A lo largo del libro, Liu cuenta historias para poner en evidencia
alguna explicación, son cuentos que traen de muy lejos un mensaje milenario de
la cultura china y que nos entregan una pequeña gran moraleja. Además,
encontramos sus consejos entreverados en los capítulos que nos hablan de cada
uno de los cinco elementos. En lugar de limitarse a describir las
características de los elementos y sus meridianos asociados, Liu hace
reflexiones sobre la vida diaria y actual que ilustran por qué cuidar cada
meridiano es importante.
¿Cuál es la clave para no enfermar?
El estrés
Comencemos por el más importante.
El estrés es el “caldo de cultivo de todas las enfermedades”. El estilo de vida
en el que vamos constantemente más allá de nuestro límite, es contrario al
estilo de vida que nos puede proporcionar salud. Lo que hacemos sin embargo es
mantener tensión, recibir un exceso de estímulos, mal comer, mal dormir… mal
vivir. Con esto se nos desajustan los ritmos de un cuerpo diseñado para
funcionar correctamente, y permitimos que cualquier enfermedad pueda entrar, al
debilitarse nuestro sistema inmunológico.
Llegar más lejos, y más aún
No tenemos límite. O sí. El ser
humano puede concebir altos niveles de desempeño, de mejora, de crecimiento…
puede imaginar lo inimaginable, y esto le ha ayudado a alcanzar mundos que no
estaban hechos para nosotros: volar, viajar al espacio, bucear por el fondo
marino… Sin embargo, el cuerpo sí tiene un límite. Se desgasta. Se agota. Potencialmente,
y con una probabilidad del cien por cien, se muere. Es algo que no solemos
tener en mente cuando jugamos a llegar más lejos, más lejos aún. En la naturaleza,
nada crece sin parar, todo son ciclos de nacimiento, crecimiento y muerte. Lo mismo
aplica a las empresas, aunque insistan en ganar siempre más que el año
anterior, de forma indefinida. Bien, pues al menos 4 empresas en las que he
trabajado a lo largo de mi vida ya no existen.
Tenemos una especie de batería
que es el Chi almacenado en los riñones, con el que nacemos y que se va
desgastando. En principio esta energía no puede reponerse, por lo que es
interesante cuidarla. Además, es importante ser conscientes de cuánta energía
tenemos de nacimiento, porque no todos tenemos la misma cantidad, y por ello,
no todos podemos alcanzar las mismas metas, o no de la misma forma.
Liu nos lanza la pregunta: ¿hasta cuándo tensarás la cuerda?
Cualquier mínimo síntoma de malestar significa que tu cuerpo te está avisando de que se está acercando al límite. Por favor, hazle caso. Escúchale, reflexiona, no permitas que tu cuerda se rompa.
El victimismo
En occidente vamos al médico para
que nos solucione los problemas, haciendo preguntas retóricas: “¿Por qué me
viene todo a mí?” En muchas ocasiones, nos prescriben un ansiolítico y nos
mandan a casa. También acudimos al médico de medicina china tradicional a lo
mismo, pero entonces él/ella nos responde que para curarnos, tenemos que responsabilizarnos de nuestra salud y
comprometernos a cambiar los hábitos. Es decir, no es el médico el que te cura,
te curas tú y el médico te apoya y orienta para ello. El mejor médico es el que
no tiene pacientes...
Lo que le viene a cada uno, lo
que le toca vivir, es muchas veces consecuencia de una acción propia anterior,
lo que en la sistémica se llama compensación. Puede que hayamos alimentado la
ansiedad y ahora nos encontremos una enfermedad grave, o puede que hayamos
provocado tiranteces en las relaciones. Solo recibimos la respuesta.
El agotamiento entra por los ojos
Frente a un conjunto de grandes
empresas muy interesadas en que “nos hagamos digitales” (me imagino a una persona
en un váter, muy digital todo), estamos los consumidores con la capacidad de
elegir si nos hacemos o no digitales y cuándo. La realidad es que la mayoría de
nosotros nos hemos convertido en un producto que suministra constantemente
datos a estas grandes empresas, lo que a su vez les permite conocernos muy bien
y aumentar nuestra adicción a las redes.
Liu hace una reflexión: si vemos
desde fuera a una persona mirando fijamente a una pantalla, realmente nos
parecerá que está castigada contra la pared. Así de triste es la imagen externa
de una persona consumiendo información audiovisual. Cuanto más pequeña la
pantalla, más ridículo parece. Esto me recuerda a este artículo que he leído hace poco.
La importancia del presente
Respiramos vida, aquí y ahora. Las
personas que te quieren están en el presente. No solemos vivir en él,
normalmente nos anclamos en el pasado o nos dedicamos a imaginar el futuro. Otras
veces, estamos en un lugar pero mantenemos la mente ocupada en otro: en el
trabajo pensamos en los hijos, en casa recordamos lo que quedó pendiente del
trabajo, estamos en el sillón dándole vueltas a una meta que no conseguimos…
mente y cuerpo van cada uno por un lado y esto nos mantiene disociados, lo que
nos conduce a la enfermedad.
Es a través de la meditación como
Liu nos propone volver al presente. La meditación se puede aprender y está
demostrado que aporta muchos beneficios (hay muchos estudios sobre esto: busca
en Google J).
Con la meditación calmamos la respiración y calmamos la mente, poco a poco
encontramos momentos en que la mente se queda en blanco, vaciamos el
pensamiento, nos liberamos de las tensiones.
Algunas perlas
Finalmente, me gustaría terminar
con algunas frases cortas que me han parecido importantes, pequeños regalos que
nos hace el autor a lo largo del libro:
- La prepotencia no ayuda al progreso; la humildad, sí.
- No sirve de nada tratar el cuerpo mientras la mente sigue bloqueada.
- Existe un principio innato en la vida: avanzar.
- Con la cabeza baja no podemos mirar hacia adelante, la mente se queda retenida en el melancólico recuerdo del pasado.
- Aprende a relajarte.
- ¿Qué hora es? Mira al sol. El ritmo biológico está regido por la luz solar.
- La cama más cara del mundo es la del hospital.
- Mantén un corazón limpio y con pocos deseos.
Te recomiendo leer el libro, esto
no es más que una crítica subjetiva y centrada en mis intereses. La edición es
bastante bonita, con ilustraciones, y cómoda de leer. Puedes aprender muchas
cosas del doctor Liu Zheng.
lunes, 23 de mayo de 2016
¿Cómo pasar de ser el agente Patou a ser el regente del bar Moustache?
Al observar cómo funciona el mundo o ver el mundo funcionar desde una cierta óptica, me acuerdo de la escena de “Irma la Dulce” en que el camarero Moustache explica este funcionamiento al decepcionado agente Patou. Es la primera escena en que estos dos personajes interactúan.
(Imagen encontrada aquí)
- Mi querido muchacho, su modo de pensar no solo es absurdo, es también antieconómico, y sé de lo que estoy hablando, fui profesor de Economía en La Sorbona durante 6 años, pero esa es otra historia.
- Convendrá conmigo en que los ciudadanos decentes deben estar protegidos contra eso.
- Está bien, tomemos un ciudadano decente, veinte años casado y que pasa el día vendiendo cochecitos de niño. Por la noche necesita distracción, camaradería, y por tanto viene a la calle Casanova. Se reúne con una chica, ella le da un poco de amistad y él un poco de dinero, la chica da el dinero a su novio, y él lo gasta en bebida, en gemelos o en las carreras. E incluso a veces, da un poco de ese dinero a un policía.
- ¿Soborna a un policía?
- Y ahí viene lo estupendo, porque el policía coge ese dinero y compra un cochecito al ciudadano decente. Y así el dinero se mantiene en circulación. ¡Todo el mundo es rico! ¡Todo el mundo es feliz!
En ese momento el agente Patou no lo sabe, pero acabará pasando por todos los roles que un momento antes ha criticado: agente sobornado y chulo de putas. Aun así, no perderá su encantadora ingenuidad, y conseguirá salir del ciclo fatalista descrito por Moustache.
Puede que sientas lo mismo que Patou y te indignes a la vista de las injusticias a tu alrededor. Sin embargo, el mundo no tiene por qué ser justo. Según Wayne Dyer, la justicia no existe. Nunca ha existido y jamás existirá. Si observas la naturaleza, ves que no hay justicia en este mundo: los animales se comen unos a otros, hay grandes catástrofes cada día, y muchas veces afectan a los que menos pueden recuperarse de ellas. El mundo y los seres que viven en él, incluidos los humanos, son injustos todos los días. “Los que tienen dinero no son condenados. A menudo, los jueces y policías se venden a los poderosos”, dice Dyer.
La preocupación por esta justicia tiene su origen en dejar que el comportamiento de los demás sea más importante que el tuyo propio. Es una búsqueda de comparaciones con la que se crea un listado, buscando que todo esté en equilibrio, que obtengas lo mismo que los demás.
Lo contrario es hacerte cargo de tu propia vida, decidir lo que realmente quieres y buscar los medios para lograrlo, aceptando que la vida no es perfecta, o que es perfecta tal como es. Por tanto, si no te gusta ser el agente Patou y observar descorazonado cómo es la naturaleza humana, si tampoco te convence entrar a la rueda de roles que viven al margen de las normas, normas que tampoco tienen por qué ser justas como vemos, puedes elegir ser Moustache, el dueño del bar del mismo nombre.
Lo fundamental para salir de cualquier círculo vicioso es entender que se forma parte de él. Conozco muchas personas que critican despiadadamente a las grandes marcas de ropa por explotar trabajadores en el tercer mundo, pero después compran esta ropa e incluso alegan: “Claro, es que no tengo dinero para hacer otra cosa”. Entonces forman parte del ciclo y lo alimentan.
Una vez has comprendido que formas parte y que todo lo que ves y vives, lo veas como grandes injusticias o como la vida tal como es, el siguiente paso es buscarte un papel en el sistema con el que realmente te sientas cómodo, quizá el de Moustache.
¿Cómo es ser Moustache? ¿Qué características tiene este rol? El camarero y dueño del negocio observa el funcionamiento del mundo y está al servicio de los que juegan los roles protagonistas. Trabaja para ellos, vive gracias a ellos y simplemente acepta las cosas tal cual son. El trabajo de Moustache ha de ser uno que no está dentro de los ciclos fatales, en los que solo se puede ir con la corriente o se te llena la boca de plumas. Es un trabajo que se queda fuera de ese ciclón. Pero no se aísla del ciclón, convive con él.
Se me ocurren trabajos similares: el propio del dueño del bar, un instructor de buceo, un freelance que trabaja como consultor, no como falso autónomo, el realizador que acompaña a una estrella de rock en los conciertos, David Attenborough, un actor/actriz...
Hace falta admitir en tu vida un cierto grado de casos, de desorden. Hace falta aceptar la incertidumbre, reconocer que no se tiene el control.
Aceptar el fracaso, los fallos y sobre todo, aceptar el vacío, esos momentos en que nada se mueve, en que todo es incógnita, en que parece que tu subsistencia peligra.
Y hay que aceptar la crítica, el exponerse, el que haya personas con otro guion que responden de formas sorpresivas, adaptarse entonces a ese guion y elaborar sobre él sumando, nunca restando, olvidando el famoso “sí, pero…”.
Aceptar que las cosas están por crear, que se crean según suceden y no según un listado que mantienes para tener sensación de seguridad.
Los que tienen éxito en esto están tranquilos en cualquier circunstancia, dicen sí a todo como es, están a gusto donde están, flexibles y abiertos a lo que venga.
¿Eres un@ de ell@s? Cuéntanos tu experiencia, ¡queremos saber más!
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