martes, 18 de agosto de 2009

La sociedad de la desinformación

Se dice que vivimos en la era de la información.

A veces no lo tengo tan claro.


Creo que no podemos con tantos datos, pero al mismo tiempo, creo que, cuando algo nos interesa mucho, y empezamos a investigarlo, nos damos cuenta de que las fuentes no están tan a mano como parecía.


Orison Swett Marden, un autor norteamericano del S. XIX que me encanta, es difícil de leer aquí en España. Tengo una edición de los años setenta de su Alegría del vivir, y ahora he conseguido la única traducción en España de su ¡Siempre adelante! por Federico Climent Terrer, y eso que fue declarada en 1914 de utilidad para la enseñanza. En inglés se puede encontrar en un PDF algo infumable, de más de 800 páginas, pero aun así, interesante (www.leadership-tools.com).


Solicito on-line un libro sobre Comunicación para documentarme, y resulta que está agotado. El libro esta vez no es del siglo XIX, sino del año 2006. Resulta deprimente cómo un libro interesante acaba por desaparecer en tan sólo tres años. Ocurre con la mayoría de ediciones actuales, en las que se hacen tiradas de entre 200 y 2.000 ejemplares, y que después caen en el olvido. Desde luego, los autores más que escritores tenemos que convertirnos en comerciales de nuestras obras, con un fino conocimiento del marketing, para poder obtener algo más que una palmadita en la espalda por el trabajo bien hecho.


Por otro lado, Internet provee de datos de forma implacable, a quemarropa, sin mediar ningún sentimiento. En mis investigaciones, busqué al autor de un libro que me es muy querido: el libro de Filosofía de 3º de BUP. Sí, esto ya va sonando arcaico, porque ahora ya no se hace BUP, y probablemente se utilicen otros libros. Éste, para mí, ha sido fuente de información, atrajo mi atención sobre un montón de cosas curiosas, desde el principio, como el tema de la percepción humana, por ejemplo.


Como decía, al buscar a César Tejedor Campomanes, autor único de un gran libro como éste, doctor en Filosofía y catedrático de bachillerato, supe que había muerto en 2005. Llevaba unos días escribiéndole mentalmente un email para mostrarle mi admiración por su trabajo. Saber que había muerto me resultó muy doloroso; fue como si se hubiera muerto justo cuando leía la noticia. Estas son las cosas adversas que ocurren con Internet. En realidad, no quería tanto detalle. No quería saberlo. Pero lo supe.


Unas veces por exceso y otras por defecto, no estamos en la sociedad de la información, sino de la desinformación. Creemos que todo está a nuestro alcance, pero me temo que los ejemplares únicos que se quemaron en la biblioteca de Alejandría no nos han llegado. Como decía antes, no hace falta irse tan lejos para encontrar el rastro de algo desaparecido hace tan poco que parece que tocas su vestidura, que alcanzas su tela, y resulta ser un fantasma.

martes, 11 de agosto de 2009

Human Nature

Eres un animal.
No, no es un insulto. Es una realidad.
Una realidad, a veces muy tapada por el mundo que hemos creado, tan intelectual, tan de la mente. Y tan falso.

Ahora que estoy investigando sobre Comunicación Humana, descubro que el 93% de esta comunicación es animal, no verbal. Me encuentro con autores como Desmond Morris, que titula su obra de la forma más acorde a esta verdad: El Mono Desnudo.

He tenido la suerte, además, de descubrir la película “Human Nature”, y de confirmarme en lo que ya intuía. Algunos dicen que el lenguaje genera realidad, y yo digo que las palabras nos alejan de la realidad. Hemos creado un mundo basado en ideas y abstracciones mentales, en conceptos, y el máximo de este mundo virtual es, claro está, Internet. Internet, o esos millones de monos desnudos dejando su cuerpo abandonado a la inactividad, utilizando tan sólo sus manos para teclear, sus ojos para mirar una imagen en dos dimensiones, la pantalla, y su mente para crear todo lo demás.

Cuando los sabios místicos dicen que no hay nada, que todo está en tu mente, saben también lo animales que somos los seres humanos. De hecho, afirman que no hay mente. Es decir: no hay nada.

Porque, ¿imaginas un mundo en el que todo se comunicara a través de gruñidos y gestos? Desde luego la especie seguiría sobreviviendo y reproduciéndose, pero es difícil poner un post en gruñidos, o en gestos. Por lo que a mí respecta, se me acabaría la profesión. Sonrío tristemente al pensar en esto, porque en el fondo me fascinaría vernos a los monos desnudos privados del habla y tratando de discutir sobre el sexo de los ángeles...

En el fondo, parece algún tipo de locura esto de haber creado todo un universo a partir de las palabras, palabras que delimitan, que categorizar, que etiquetan, que empaquetan lo que nos rodea para que creamos que lo podemos controlar. Igual que el personaje de la película que interpreta Tim Robbins, nos ponemos a experimentar con ratas de laboratorio para llegar a conclusiones absurdas, para redescubrir una y otra vez lo animales que somos todos, y lo poco que nos gusta esto.

«Sí, pero hay un 1% de diferencia en la cadena de ADN que...»
«¿Y qué me dices del arte, y la mística, y la ciencia?»

Me acuerdo entonces de la frase de la película “Amadeus” en la que el protagonista dice que los reyes y nobles parecen cagar mármol, perdón por la expresión pero es esto lo que dice. Y es que en los temas escatológicos, es cuando más nos damos cuenta, con horror y mucho asco, de lo animales que somos.

Para que no queden vestigios de nuestra procedencia, los seres humanos, el homo sapiens sapiens, lo que hace es destruir a aquellos que le recuerdan su condición animal: primero parece que pudo haber una destrucción del Neandertal por parte del Cromagnon, y luego cada vez que nos hemos encontrado con una civilización que vivía cómodamente en el estado del buen salvaje, nos la hemos cargado: indios, guanches, tribus perdidas de tal o cual lugar, y bueno, a los llamados grandes simios hemos comprobado que con tenerlos en jaulas nos es suficiente.

Recomiendo un blog en el que se habla de las especies animales de una forma muy en línea con esta entrada: http://luthieryquevedo.blogspot.com/

jueves, 6 de agosto de 2009

¿Cómo nos comportamos en nuestro entorno?



Kurt Lewin, psicólogo polaco, hizo interesantes estudios en la Psicología Social, como éste que podemos ver en el vídeo.

Otra de sus aportaciones fue representar la personalidad con una serie de círculos concéntricos que suponen los espacios vitales, del más público al más privado, en forma de capas de la cebolla.

Demostró que, en ciertas culturas como la norteamericana, estos espacios públicos son mucho mayores que los privados, por lo que tendrán parcelas muy claras en su vida pública y privada, perfectamente separadas e identificables. Así, alguien es jefe sólo en su trabajo, pero fuera puede ser miembro de una asociación, voluntario, o compañero de la clase de tai chi.

En otras culturas, como la alemana, conservan sus jerarquías en lo privado, por lo que un jefe lo será las veinticuatro horas del día, y se comportará conforme a su nivel en la asociación, en su casa y en la clase de tai chi. Será más difícil de acceder a este tipo de persona, pero cuando se logre, será al mismo tiempo en todas las facetas.

¿Cómo crees que es la cultura española?